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El Hogar Cristiano
parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno
cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente
para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante
de gloria....
Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por
nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro
lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca
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más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de
los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por
el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro
Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que
en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con
la gloria del Redentor en el reino de Dios
Privilegios de los redimidos
—El cielo es un lugar agradable.
Yo anhelo estar allí y contemplar a mi hermoso Jesús que por mí dió
la vida, y ser transmutada en su gloriosa imagen. ¡Oh, quién me diera
palabras para expresar la gloria del brillante mundo venidero! Estoy
sedienta de las vivas corrientes que alegran la ciudad de nuestro
Dios.
El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas
alas, y un ángel me acompañó desde la ciudad a un brillante y
glorioso lugar. La hierba era de un verde vivo y las aves gorjeaban
un dulce canto. Los moradores de aquel lugar eran de todas estaturas,
nobles, majestuosos y hermosos. Llevaban la manifiesta imagen de
Jesús, y su semblante refulgía de santo júbilo, como expresión de
la libertad y dicha que en aquel lugar disfrutaban. Le pregunté a
uno de ellos por qué eran mucho más bellos que los habitantes de la
tierra, y me respondió: “Hemos vivido en estricta obediencia a los
mandamientos de Dios, y no incurrimos en desobediencia como los
habitantes de la tierra.” ... Supliqué a mi ángel acompañante que me
dejara permanecer en aquel sitio. No podía sufrir el pensamiento de
volver de nuevo a este tenebroso mundo. El ángel me dijo entonces:
“Debes volver, y si eres fiel, tendrás, con los ciento cuarenta y cuatro
mil, el privilegio de visitar todos los mundos y ver la obra de las
manos de Dios.
La familia unida del cielo y de la tierra
—Allí los redimidos
conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía
que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo
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