Página 54 - El Hogar Cristiano (2007)

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El Hogar Cristiano
inclinaciones cobraban ascendiente sobre la razón, aumentaba su
confianza propia, y procuraba cumplir a su manera el propósito del
Señor. ...
Muchos cristianos profesos piensan, como Salomón, que pueden
unirse con los impíos porque su influencia sobre los que están en el
error resultará benéfica; pero con demasiada frecuencia, al quedar
ellos mismos entrampados y vencidos, renuncian a su fe sagrada,
sacrifican los buenos principios y se separan de Dios. Un paso en
falso conduce a otro, hasta que al fin se colocan donde ya no pueden
tener esperanza alguna de que romperán las cadenas que los atan
La excusa: “Favorece la religión”
—A veces se arguye que el
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no creyente favorece la religión, y que como cónyuge es todo lo que
puede desearse, excepto en una cosa, que no es creyente. Aunque el
buen juicio indique al creyente lo impropio que es unirse para toda la
vida con una persona incrédula, en nueve casos de cada diez triunfa
la inclinación. La decadencia espiritual comienza en el momento en
que se formula el voto ante el altar; el fervor religioso se enfría, y
se quebranta una fortaleza tras otra, hasta que ambos están lado a
lado bajo el negro estandarte de Satanás. Aun en las fiestas de boda,
el espíritu del mundo triunfa contra la conciencia, la fe y la verdad.
En el nuevo hogar no se respeta la hora de oración. El esposo y la
esposa se han elegido mutuamente y han despedido a Jesús
El creyente es el que cambia
—Al principio el cónyuge no cre-
yente no se opondrá abiertamente; pero cuando se presenta la verdad
bíblica a su atención y consideración, surge en seguida el senti-
miento: “Te casaste conmigo sabiendo lo que era, y no quiero que
se me moleste. De ahora en adelante quede bien entendido que la
conversación sobre tus opiniones particulares queda prohibida.” Si
el cónyuge creyente manifiesta algún fervor especial respecto de su
propia fe, ello puede ser interpretado como falta de bondad hacia el
que no tiene interés en la experiencia cristiana.
El cónyuge creyente razona que, dada su nueva relación, debe
conceder algo al compañero que ha elegido. Asiste a diversiones
sociales y mundanas. Al principio lo hace de muy mala gana; pero
el interés por la verdad disminuye, y la fe se trueca en duda e in-
credulidad. Nadie habría sospechado que esa persona que antes era
un creyente firme y concienzudo que seguía devotamente a Cristo,