Página 130 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
Me regocijo por las oportunidades que tiene de encontrarse con la
gente. Alabo al Señor por lo que ha hecho por usted; porque el gran
Médico, que nunca ha perdido un caso, la ha sanado y ahora tiene
la oportunidad de contar a la gente su experiencia con el amante y
bondadoso Redentor.—
Manuscript Releases 7:155 (1898)
.
Agradezco al Señor con toda mi alma y corazón, y con toda mi
voz, por el hecho de que usted haya sido una dirigente prominente
e influyente en la Unión de Mujeres por la Temperancia Cristiana.
En la providencia de Dios, ha sido traída a la luz para obtener un
conocimiento de la verdad [...]. Ahora usted debe traer esa luz y
ese conocimiento a su trabajo, al relacionarse con mujeres cuyos
corazones han sido suavizados por el Espíritu de Dios, y que están
buscando la verdad como un tesoro escondido. Durante veinte años
se me ha mostrado que la luz de la verdad llegaría a las damas
relacionadas con la obra de temperancia. Sin embargo he visto con
tristeza que muchas de ellas se están dedicando a la política, y se
han opuesto a Dios. Han entrado en debates, cuestiones y teorías
que no necesitaban entrar. Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el
que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida”.
Juan 8:12
.
Creo firmemente que el Señor la está dirigiendo para que man-
tenga los principios de la temperancia claros y distintos, y en toda su
pureza, en conexión con la verdad para estos últimos días. Aquellos
que quieran hacer su voluntad, conocerán de la doctrina. El Señor
ha designado que las mujeres aprendan de él la mansedumbre y
humildad de corazón, y cooperen con el más grande Maestro que el
mundo ha conocido. Cuando esto ocurra, no habrá luchas por la su-
premacía, ni orgullo por la opinión personal. Se comprenderá que la
mente y la voz, y toda habilidad, no son más que talentos prestados,
dados por Dios para ser utilizados en su obra, y para ser devueltos
con creces al Dador de los mismos. Se espera que crezcamos en
capacidad, en influencia y en poder, puestos los ojos en Jesús; y al
hacerlo, seremos cambiados en su semejanza.
El trabajo de la mujer es un poder en el mundo. Sin embargo,
ese poder se pierde si al estar frente a la Palabra de Dios y escuchar
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un “así dice el Señor” se rehúsa a obedecer. La gran dificultad
del alma es dejar de lado sus supuestas obras meritorias. No es
fácil comprender lo que significa quitar al yo del puesto de honor