Página 14 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
plenamente. También hemos incluido la fecha de la publicación, o
la fecha original en que fue escrita si se trata de una compilación
[10]
posterior a la muerte de Elena G. de White. El año mencionado en
paréntesis se refiere a la fecha de publicación en inglés. En unos
pocos casos, hemos citado una fuente posterior debido a la falta de
la publicación original, pero hemos incluido la fecha de esta última.
Los subtítulos de todo el libro han sido creados por los compiladores.
Hijas de Dios es un libro publicado con el objeto de animar,
inspirar y reafirmar a las mujeres de todo el mundo. Incluye consejos
que despiertan en toda mujer el deseo de luchar por los más elevados
ideales en todos los ámbitos de la vida, tanto en el aspecto personal
como en el profesional. Cada mujer es de inestimable valor a la vista
de nuestro Padre celestial. Dios creó a la mujer junto al hombre,
de igual valor, y asociada con él para el cumplimiento de la misión
encomendada a los humanos. El Padre dio a su Hijo único para que
muriera por toda la raza humana: individual y colectivamente, por
hombres y mujeres.
Es nuestro deseo que los miembros de iglesia alrededor del
mundo obtengan una nueva visión y muchas bendiciones con la
lectura de este libro. Dios necesita los talentos de todos los que
integran su pueblo para terminar su obra en esta tierra.
Los Fideicomisarios del Patrimonio Whit
[11]
Todas las [mujeres] que trabajan para Dios tienen que reunir los
atributos de Marta y los de María: una disposición a servir y un
sincero amor a la verdad. El yo y el egoísmo deben ser eliminados
de la vida. Dios pide obreras fervientes, que sean prudentes,
cordiales, tiernas y fieles a los buenos principios. Llama a mujeres
perseverantes, que aparten su atención del yo y la conveniencia
personal, y la concentren en Cristo, hablando palabras de verdad,
[
Nota de los Editores: En la época en que Elena G. de White escribió—la segunda
mitad del siglo XIX y la primera década del XX—la expresión ‘el hombre’ así como los
pronombres masculinos, eran usados comúnmente para referirse a toda la humanidad:
varones y mujeres. Y esta lógicamente fue la práctica de Elena G. de White. Sin lugar a
dudas, si ella escribiera en la actualidad, usaría un lenguaje que incluyera a hombres y
mujeres; ya que podemos ver que ya en sus manuscritos originales, en muchas ocasiones
ella agregaba la palabra ‘mujer’ después de haberse referido genéricamente al ‘hombre’.
]