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Hijas de Dios
han confiado, eso es lo que el Maestro requiere de nosotros.—
The
Youth’s Instructor, 17 de enero de 1901
.
Carta a una mujer egocéntrica
La siguiente carta fue escrita a la Sra. Sidney Florida Brownsberger,
una pobre mujer cuya vida estaba desequilibrada debido a su
egoísmo y falta de dominio propio.
Querida hermana Brownsberger: Había escrito algunas cosas
para usted mientras estaba en el congreso, pero como algunas de
estas cosas ya se las había mencionado, no las escribí. Sin embargo,
tengo nuevamente una preocupación por usted. Siento la más pro-
funda lástima y compunción por su caso, porque usted piensa que
se conoce a sí misma, y que nadie puede entenderla pues tiene un
temperamento peculiar. Sin embargo, debe admitir que el Señor la
conoce mejor que usted misma. Durante el congreso sentí que debía
fortalecerla y confortarla y pedir una bendición para usted, lo cual
le daría felicidad, paz, y verdadero gozo cristiano cada día.
Para que esto ocurriera, yo sabía que usted debía tener un con-
cepto más claro de sí misma y de sus deberes, del que hasta aquí
había tenido. Usted debe llegar a ser una mujer verdaderamente
convertida, y eso es a lo que usted se opone porque considera que
no necesita ningún cambio. Eso es un engaño. A menos que ocurra
un gran cambio en su vida; a menos que pueda vencer el orgullo
y el egoísmo; a menos que esos rasgos peculiares de carácter que
han sido acariciados sean vencidos, usted mantendrá un carácter
defectuoso y manchado que no tendrá lugar en el puro, perfecto y
santo reino de Cristo. Esa obra está delante de usted y de mí. Todos
los que lleguen a la vida eterna, deben haber vencido cada falta, cada
error, cada defecto de carácter.
¿Se da cuenta de que usted es egoísta, que todos sus pensamien-
tos giran alrededor de usted misma? Usted se siente miserable si
no se hacen las cosas a su manera. Su esposo ha sido más atento
con usted que la mayoría de los esposos. Le ha hecho las cosas que
usted debería haber hecho como parte de su tarea. Pero como no
eran cosas placenteras y agradables, usted permitió que él las hiciera,