Página 180 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
Es un mal hábito dejarse controlar por el trabajo en lugar de
tomar control sobre el mismo. Uno debe organizarse para no tener
que desanimarse. También es malo guiarse por impulsos. Si se en-
cuentra un libro que se desea leer, y en lugar de ocupar las preciosas
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horas del día para hacer el trabajo se sienta a leerlo, el trabajo será
descuidado. Por otra parte, que nadie se habitúe a estar levantado
después de las nueve de la noche, pues el cambiar las horas de la
noche por las horas del día es un hábito destructivo de la salud. Cada
lámpara debiera apagarse a una hora prudente. Cuando los obreros
que hacen trabajo intelectual se dedican a leer durante las horas
que debieran ser dedicadas al sueño, están perjudicando su salud.
La sangre vuelve al cerebro produciendo un estado de desvelo y
nerviosismo, y el precioso sueño, que traería descanso al cuerpo, no
se puede conciliar.
Es preciso cuidar el cuerpo, estudiar sus necesidades, y preser-
varlo de un desgaste innecesario. Es un pecado desconocer la forma
de cuidar la habitación terrena que Dios nos ha proporcionado. Es-
pecialmente los obreros que hacen trabajo mental, deben comenzar a
decrecer su actividad cerebral en lugar de excitarla, cuando se acer-
can las horas del reposo. Si es necesario, que la sangre se remueva
del cerebro por alguna clase de ejercicio. Que el cerebro no se cargue
con lectura y menos aún con trabajo literario. Especialmente Marian
y Fannie debieran tomarse una o dos horas durante el día, para no
estar tan ansiosas de alimento intelectual, que tengan que tomar las
horas de la noche para leer. El Señor designó las horas de la noche
para dormir.
Bueno, creo que ya he dicho bastante sobre este punto. Si no
despertamos a la necesidad de obedecer las leyes que Dios ha es-
tablecido para nuestro ser, no podemos esperar que el Señor haga
un milagro para modificar nuestra manera de actuar errada. Tene-
mos que hacer trabajar la razón y hacer todo lo que esté de nuestra
parte para aprender lo necesario para no formar hábitos solo porque
es nuestra inclinación natural. Por el contrario, debemos quebrar
cada hábito que pueda ser perjudicial para la salud, porque eso es
lo que Dios requiere de nosotros. Entonces, cuando sea necesario,
podremos pedir ayuda a Dios con fe, y él la brindará.
Especialmente me preocupa Fannie. Quisiera que ella se reco-
brase de ese estado nervioso y de sus desvelos. Para ello, debe tomar