Página 199 - Hijas de Dios (2008)

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La maternidad
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Queridas hijas Addie y May: Tengo unos pocos momentos libres
esta mañana y quiero escribirles unas pocas palabras de consejo.
Quisiera que en mi ausencia sean bondadosas y corteses con todos
los empleados de la casa. Ninguna de ustedes debiera sentir que
tiene suficiente experiencia y sabiduría como para hacer las cosas
correctamente sin recibir el consejo y la orientación de los mayores.
He notado en ustedes una falta de respeto por las personas mayores.
Este defecto de carácter, si es permitido, se tornará más y más fuerte
cuanto más se lo práctica. Por lo tanto deben subyugarlo y vencerlo
completamente [...].
En ti, Addie, veo especialmente una disposición creciente a los
celos. Las Escrituras nos dicen que los celos son fuertes como la
muerte. Quizá te preguntes: “¿Qué son los celos?” Son esto: ima-
ginar que aquellos que nos rodean no piensan bastante en nosotros
ni aprecian nuestro valor; imaginar que hablan de nosotros y dicen
cosas no correctas. Que otros son más favorecidos por ellos que
nosotros. Muchos de estos sentimientos son el comienzo de los
celos.
Sin duda, Addie, tú quieres ser una cristiana, una hija de Dios.
Para tener éxito, debes luchar contra tus propias imperfecciones na-
turales. Debes descubrir y vigilar estos defectos y luchar contra ellos
con todas tus fuerzas. Mis niñas Addie y May, Jesús las ama, murió
por ustedes, y desea que tengan su Espíritu y su gracia para ser en
verdad sus ovejitas, sus niñas queridas. Con su gracia, pueden vencer
cada rasgo desagradable de carácter, para recibir la aprobación de
Jesús y de los santos ángeles.
Addie, he observado que tú tratas de escuchar lo que otros hablan,
pensando que pueden estar refiriéndose a ti. No lo hagas más; debes
vencer esta costumbre. Tu madre actuaba igual cuando era niña, y
se imaginaba que no la querían y que le echaban la culpa por todo.
Estos celos crecieron aun hasta después de casada; por eso la vida
de tu padre fue poco placentera. Por tu propio bien debes cortar esta
planta desde el tallo.
Otra cosa; veo que tienes cierta disposición—que está
creciendo—, a dictarle las cosas a tu hermana y a regañarla. Trata a
May con bondad; pídele las cosas con paciencia y no de una mane-
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ra dictatorial. Trátala como una hermana debe tratar a otra. Debes
cuidarte de estas cosas; de otra manera le disgustarás a la gente.