Página 208 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
del enemigo; y si le tocara morir hoy, no entraría en el reino de los
cielos.
Paul [el hijo] no está en mejores condiciones, y vuestra hija
menor está lejos de tener un carácter hermoso. Vuestra propia prepa-
ración ha sido defectuosa en todo. Que el Señor tenga misericordia
de vosotros para que no se pierdan vuestras almas y la de vuestros
hijos [...].
Paul es un joven de buenas cualidades, pero ha adquirido rasgos
de carácter objetables debido a que no se ha mostrado con él res-
tricción sino complacencia. No se le ha enseñado la pecaminosidad
de una disposición terca y áspera, ni se le ha restringido ese mal
creciente. Aun en la expresión de su rostro se puede ver que esa
disposición está dejando su impronta. Las impresiones recibidas en
la juventud son las que más permanecen, y los primeros años de la
vida son los mejores para cultivar hábitos correctos.
A Paul se le ha permitido ser particular y exigente en su dieta,
pero deberíais haber puesto la comida preparada para ese día en la
mesa, sin permitirle despreciarla con desdén y pedir otra comida
que no se había preparado. El complacer sus exigencias en la dieta
puede agradarle a él, pero se tornará despreciativo y desagradable
consigo mismo y con los demás. Si se le diera trabajo de acuerdo
a sus fuerzas, el hambre lo llevaría a aceptar la comida preparada
sin murmurar. Deberíais tomar medidas definidas en este asunto.
Quiero a vuestro muchacho, y si se lo educa correctamente, puede
ser moldeado para el bien; pero le tomará algún tiempo [...].
Dadle a vuestro muchacho algo para hacer. Que aprenda a ser
industrioso. Él no tiene un amor natural por el trabajo; es indolente y
trata de esquivar sus responsabilidades. Si queréis que vuestros hijos
os bendigan, enseñadles renunciamiento y laboriosidad. Restringid
su lectura, especialmente de novelas y cuentos llenos de picardía
y lujuria, porque no dejarán una influencia celestial en sus mentes.
Son jóvenes y sin experiencia, y llegarán a ser lo que vosotros hagáis
de ellos. Tales hábitos de lectura cortan de raíz los principios de
virtud que contribuyen a la formación de un carácter bueno y firme.
La lectura de novelas es un veneno que tarde o temprano muestra
sus funestos resultados.
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Las marcas que se producen para bien o para mal en el carácter
de vuestros hijos, no se hacen sobre arena sino sobre roca; son de