Página 212 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
El Señor en su gran misericordia os ha hecho conocer la verdad;
y vosotros amáis la verdad y aceptáis sus demandas. Os ha llevado a
una reforma en la vida y os ha dirigido a tener un interés profundo
en el bienestar espiritual de vuestros hijos. Todo esto está de acuerdo
con la voluntad de Dios. Sin embargo, a pesar de vuestra ansiedad,
habéis fracasado seriamente en hacer la obra que el Señor les enco-
mienda a los padres. Vuestros hijos no han tenido restricciones; se
les ha complacido en todo para su perjuicio. No han sido traídos a la
sujeción que Dios requiere.
Han existido serias faltas en la instrucción de vuestros hijos.
Vuestros varones no han sido educados correctamente, y con vues-
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tra hija habéis sido especialmente indulgentes. Tanto es así, que su
utilidad para la vida se ha visto muy disminuida. Su atención se ha
centrado mayormente en sí misma y su mentalidad se ha tornado
egocéntrica. Tiene aversión al trabajo, y usando la excusa de cual-
quier indisposición, ha sido eximida de toda tarea. Debido a que
hablabais delante de ella y aceptabais sus excusas, su imaginación
fue estimulada en esa dirección. La madre ha soportado todas las
pesadas cargas que debía haber compartido con su hija y con sus
hijos varones. La madre se hubiese evitado mucho sufrimiento en
forma de agudos ataques de enfermedad, si hubiera tenido la ayuda
de sus hijos, especialmente de la hija. Tal labor hubiera sido una
bendición para la madre, y hubiese sido saludable también para la
hija quien se hubiera evitado esas indisposiciones [...].
Otro mal que amenaza destruir la utilidad de su hija es su amor
por el mundo y su orgullo en la apariencia personal. Ella ha desarro-
llado una afectación que puede matar su espiritualidad.
Hna. Bailey, usted ha cometido un serio error en la crianza de
sus hijos. Cuando la rama se dobla, el árbol se inclina. Al ser com-
placiente con sus errores y al excusar su falta de respeto por la
autoridad, ha puesto en peligro su salvación. Los niños que no son
educados a ser corteses y respetar los pedidos de los padres, no ten-
drán un correcto sentido de su deber para con Dios y sus demandas
de obediencia y sumisión [...].
Los niños que reciben toda la abundancia y hospitalidad de los
padres, deben entender que, en respuesta a todo lo que se les brinda,
deben mostrar respeto por la autoridad de sus progenitores. Sin la
gracia de Dios, sus hijos le causarán muchos dolores de cabeza y la