Página 213 - Hijas de Dios (2008)

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La paternidad
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más profunda angustia, sin que ellos sientan el menor remordimiento.
La más pequeña restricción será considerada por ellos como una
invasión de sus derechos y despreciarán el reproche.
Aunque sus hijos han perdido los beneficios de una instrucción
temprana, usted puede redimir el tiempo cambiando enteramente su
disciplina. A sus hijos les faltan esas cualidades deseables en una
mente noble que solo una disciplina correcta y la cultura pueden
darles. No son corteses ni respetuosos; les ha permitido pronunciar
palabras que nunca debieran ser permitidas bajo su techo. Los jó-
venes que no son corregidos a temprana edad, se transforman en
sus propios amos y en sus propias dueñas. Toman las riendas en sus
propias manos, se creen importantes y se vuelven engreídos e impe-
tuosos, sin gusto o ambición por el respeto propio o la disciplina. No
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se concentran en nada; desprecian la disciplina de la escuela porque
no han sido disciplinados en el hogar [...].
Dios no se ha agradado de la forma en que la Hna. Bailey ha
manejado a sus hijos. “Pesada ha sido en balanza, y ha sido halla-
da falta”. Esto es un grave defecto en una madre. Por haber sido
demasiado complaciente, les permitió pecar; les permitió ser apa-
sionados, desagradecidos, desobedientes, testarudos y engreídos. Y
aun más: los ha justificado ante los demás y ante sí mismos. En
esto ha participado de los pecados y errores de sus hijos; la sangre
de sus almas estará en su vestimenta y en la de su marido. Pueden
ambos redimir el pasado haciendo una reforma de su parte; pero no
pueden borrar los resultados de su descuido en la vida de sus hijos.
En cierto grado, Dios considera a los padres como responsables de
la conducta de sus hijos, debido a que tenían la responsabilidad de
formar sus caracteres [...].
Su hija necesita tener una labor activa. Ella puede compartir
muy bien las cargas de la vida, a fin de que esas cargas no le sean
agregadas a las de su madre. El trabajo que se le pida hacer, pondrá
en acción sus músculos y los órganos del cuerpo, y será la mejor
medicina que su hija puede recibir. La ociosidad la está manteniendo
descontenta e infeliz [...]. Que Dios pueda bendecirlos en estos
aspectos, tanto a usted como a su esposo.—
Carta 1, 1871
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