Página 228 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
gran tacto. Si la madre hubiese muerto, la aflicción de la familia
hubiera sido mucho más aguda.
Hemos estado muy preocupados por Mabel durante estas dos
semanas, porque no hemos recibido otra información desde el tele-
grama en que nos anunciaban la muerte del niño. Estoy agradecida
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al Señor porque salvó la vida a Mabel, y ruego que ella pueda vivir
para ser una bendición a la causa de Dios.—
Carta 120, 1909
.
La Sra. A. H. Robinson era una vieja amiga de Elena G.
de White. Mientras estaba en Australia, la Sra. White
recibió la noticia de la muerte del hijo de su amiga.
Inmediatamente le escribió una carta compartiendo sus
propias experiencias con la muerte de dos de sus hijos
.
Mi querida Hna. Robinson: Acabo de recibir el correo desde
Estados Unidos, y mi secretaria me leyó las cartas. Muchas de ellas
tienen temas interesantes, pero quiero responder la suya primero.
Cuando usted relata su experiencia con la muerte de su hijo, y
cómo se postró en oración sometiendo su voluntad a la voluntad del
Padre celestial, mi corazón de madre fue conmovido. He pasado por
una experiencia similar a la que usted ha pasado.
Cuando mi hijo mayor tenía dieciséis años, fue aquejado por la
enfermedad; su caso fue considerado crítico. Él nos llamó al lado de
su lecho y nos dijo: “Papá y mamá: será difícil para vosotros veros
privados de vuestro hijo mayor. Si al Señor le parece conveniente
conservarme la vida, quedaré complacido por amor a vosotros. Si
debo morir ahora para mi propio bien y para la gloria de su nombre,
quiero deciros que estoy resignado a ello. Papá, ve por tu cuenta,
y mamá, ve por la tuya, y oren. Entonces recibiréis una respuesta
de acuerdo con la voluntad de mi Salvador a quien vosotros y yo
amamos”. Él temía que si orábamos juntos, el dolor que compartía-
mos se fortalecería, y pediríamos lo que no sería lo mejor para que
el Señor lo concediera.
Hicimos como él nos había pedido, y nuestras oraciones fueron
similares a la que usted ofreció. No recibimos evidencia de que
nuestro hijo se recobraría. Murió con toda su confianza puesta en
Jesús nuestro Salvador. Su muerte constituyó un enorme golpe para