Página 229 - Hijas de Dios (2008)

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Cuando llega la aflicción
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nosotros, pero fue una victoria aun en la muerte, porque su vida
estaba oculta con Cristo en Dios.
Antes de la muerte de mi hijo mayor, mi hijito de brazos enfermó
de muerte. Oramos, y pensamos que el Señor nos conservaría a nues-
tro consentido, pero cerramos sus ojos en la muerte, y lo llevamos
para que descansara en Jesús, hasta que el dador de la vida venga a
fin de despertar a su preciosos y amados hijos para que reciban una
gloriosa inmortalidad [...]. El Señor ha sido mi consejero, y el Señor
le dará a usted su gracia para soportar su aflicción.
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Usted me preguntaba acerca de si su hijito sería salvo; las pala-
bras de Cristo son la respuesta: “Dejad a los niños venir a mí, y no
se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”.
Mateo
19:14
.
Recuerde la profecía: “Así ha dicho Jehová: “Voz fue oída en
Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y
no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron”. Así
ha dicho Jehová: “Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus
ojos; porque salario hay para tu trabajo -dice Jehová- y volverán de
la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir -dice
Jehová- y los hijos volverán a su propia tierra””.
Jeremías 31:15-17
.
Haga suya esta promesa; puede ser consolada si confía en el
Señor. Se me ha instruido a menudo que los niños pequeños se-
rán puestos a descansar antes del tiempo de angustia. Pero vere-
mos a nuestros hijos otra vez; los veremos y los reconoceremos en
las cortes celestiales. Ponga su confianza en el Señor, y no tenga
miedo.—
Carta 196, 1899
.
La muerte de una amiga
En una carta escrita a Edson y Emma White desde Australia, Elena
G. de White les habla de un accidente en el que una querida
hermana en la fe perdió la vida
.
El lunes por la mañana, me pareció que mi familia no estaba
actuando naturalmente. Una sombra extraña parecía estar sobre
ellos. Durante la mañana fuimos con Sara a la estación a buscar
a Willie, pero él no llegó. El pastor Gates, que había predicado el
domingo por la noche en Wallsend, fue con nosotras hasta la estación