Página 25 - Hijas de Dios (2008)

Basic HTML Version

Mujeres notables del Antiguo Testamento
21
El tentador afirmó que jamás llegaría a cumplirse la divina ad-
vertencia; que les fue hecha meramente para intimidarlos [...].
Eva creyó realmente las palabras de Satanás, pero esta creencia
no la salvó de la pena del pecado. No creyó en las palabras de Dios,
y esto la condujo a su caída. En el juicio final, los hombres no serán
condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino
porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de
aprender la verdad [...].
Eva [...] vio “que el árbol era bueno para comer, y que era agra-
dable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó
de su fruto, y comió”.
Génesis 3:6
. Era agradable al paladar, y a
medida que comía, parecía sentir una fuerza vivificante, y se figuró
que entraba en un estado más elevado de existencia. Sin temor tomó
el fruto y lo comió.
Y ahora, habiendo pecado, ella se convirtió en el agente de Sa-
tanás para labrar la ruina de su esposo. Con extraña y anormal
excitación, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo buscó y le
relató todo lo que había ocurrido.
Una expresión de tristeza cubrió el rostro de Adán. Quedó atónito
y alarmado. A las palabras de Eva contestó que ese debía ser el
enemigo contra quien se los había prevenido; y que conforme a
la sentencia divina ella debía morir. En contestación, Eva lo instó
a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían.
Alegó que las palabras de la serpiente debían ser ciertas puesto que
no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al
contrario, experimentaba una deliciosa y alborozante influencia, que
conmovía todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía
semejante a la que inspiraba a los mensajeros celestiales.
Adán comprendió que su compañera había violado el manda-
miento de Dios, menospreciando la única prohibición que les había
sido puesta como una prueba de su fidelidad y amor. Se desató una
terrible lucha en su mente. Lamentó haber dejado a Eva separarse
[23]
de su lado. Pero ahora el error estaba cometido; debía separarse de
su compañía, que le había sido de tanto gozo. ¿Cómo podría hacer
eso? [...].
Adán resolvió compartir la suerte de Eva; si ella debía morir,
él moriría con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adán, ¿no podían ser
verídicas las palabras de la sabia serpiente? Eva estaba ante él, tan