Cartas de Elena G. de White referidas a las condiciones de su esposo...
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No puedo estar en armonía con él hasta que las cosas cambien. Me
ha dicho demasiadas cosas como para poder ahora orar y trabajar
juntos. Creo que mi deber es no colocarme a mí misma en una posi-
ción en la que él sea tentado a hablarme y expresar sus sentimientos
como lo ha hecho antes. No puedo y no quiero estar tan limitada y
disminuida como lo estuve.—
Carta 65, 12 de mayo de 1876
.
Tercera carta
Querida Lucinda,
Una carta que recibí de mi esposo anoche me muestra que está
más decidido que nunca a indicarme lo que debo hacer. He decidido
no asistir a los congresos este año. Mi esposo puede hacer su obra
solo. Estoy segura que lo hará.
Me escribe que Walling quisiera que le llevase los niños para
que participaran del Centenario. Pero la última vez que viajaron
costó cincuenta dólares. Si él quiere tenerlos debería venir a buscar-
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los. Podría enviárselos con el Hno. Jones, pero entonces no podría
tenerlos más a mi cargo. Lleva mucho tiempo incluso preparar a
los niños para un viaje. Jaime no se expresó en este sentido; solo
me ha consultado si puede usar parte de
Notas biográficas
para la
revista
Signs of the Times
[Señales de los Tiempos], y si puede usar
el nombre de Israel Dammon en el artículo. Pienso que él estaría
satisfecho de controlar mi cuerpo y alma si pudiera, pero eso no
puede ser. A veces me parece que no está en su sano juicio; no sé.
Que Dios pueda enseñarle, guiarlo y dirigirlo. Su última carta me ha
afirmado en la decisión de permanecer de este lado de las montañas.
En sus cartas me ha escrito muy duramente acerca de Edson,
pero no quiere que yo ni siquiera mencione el nombre de Edson en
mis cartas. Yo le contesté, y aquí están mis propias palabras, porque
él me devolvió la carta:
“Por favor, si estás feliz sé agradecido y no agites temas desagra-
dables que sientes que debes escribirme a mí; no hagas referencia
a estas cosas. Y cuando desees hacer declaraciones con relación a
tu propio hijo, deja la pluma a un lado y no lo hagas. Pienso que el
Señor estará más complacido y no lastimarás tu propia alma. Deja
que el Señor me guíe en cuanto a la forma en que debo tratar a