Página 281 - Hijas de Dios (2008)

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Cartas de Elena G. de White referidas a las condiciones de su esposo...
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o desanimarme. Y aunque no se me ha dicho en palabras que voy
a ver nuevamente a mi esposo en la ciudad de Dios, no necesito
la evidencia de palabras para tener esa seguridad, porque tengo la
evidencia de la Palabra de Dios, de que mi esposo amó la verdad
y guardó la fe. Y tengo la seguridad de que si yo sigo haciendo
la voluntad de Dios como su fiel mensajera, mi esposo y yo nos
reuniremos en el reino de Dios. No tengo ni un ápice de duda de que
mi esposo estaba preparado cuando dejó su armadura.
El año posterior a la muerte de mi esposo fue el más atribulado
que he experimentado en mi vida. Pero después que experimenté el
milagro de sanación que ocurrió en la carpa durante el congreso de
Healdsburg, sentí que el Señor me había preservado la vida para que
diera un mensaje decisivo, y que los ángeles de Dios estarían a mi
lado. Si no fuera porque el Señor es mi ayudador, no podría realizar
el trabajo que estoy realizando. Y mientras él me prolongue la vida,
seguiré cumpliendo con mi deber; porque esta no es mi obra sino la
obra del Señor.
Mi hermana, nosotros podemos creer en las promesas del Señor.
Nunca le pedí a Dios que me revelara si he de ser salva y si mi esposo
será salvo. Creo que si vivo en obediencia a los mandamientos de
Dios; si no me desanimo; si ando en la luz como Cristo está en la luz,
me veré cara a cara con mi Salvador. Y me esfuerzo por alcanzarlo.
No confío en el hombre ni hago de la carne mi sostén; pero tengo
la promesa de que si soy fiel en dar los mensajes que Dios me ha
dado, recibiré la corona de la vida. El ganar esta corona depende
de mi creencia en el mensaje de verdad, y de aferrarme por la fe
en la promesa de Dios de que él me dará su gracia para cumplir
los deberes que él me ha requerido. Si yo cumplo fielmente con mi
deber, no seré responsable del camino que otros elijan, pues no se
me podrá culpar de no haberlos advertido.—
Carta 82, 1906
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