Página 40 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
por su pueblo, y los previno de no intentar dañarlos. Mostró que
el honor y el poder pertenecen a Dios, y no a los hombres o a sus
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ídolos. Recordó las majestuosas manifestaciones del poder divino
en el Sinaí. Con un lenguaje exuberante, comparó la indefensa y
angustiante condición de Israel bajo la opresión de sus enemigos,
con la gloriosa historia de su liberación.—
The Signs of the Times,
16 de junio de 1881
.
Ana, madre de Samuel
Este capítulo está basado en 1 Samuel 1-2.
Ana, la primera y más amada esposa de Elcana el levita, era estéril,
pero deseaba profundamente un hijo. Durante la celebración anual
en Silo, clamó silenciosamente al Señor y oró para que le
concediera un hijo. El sumo sacerdote Elí, después de escucharla,
le dijo: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le
has hecho”
.
El padre de Samuel era Elcana, un levita que moraba en Ramá,
en el monte de Efraín. Era una persona con riquezas e influencia, un
esposo amante, y un hombre que temía y reverenciaba a Dios. Ana,
la esposa de Elcana, era una mujer piadosa y de gran devoción. La
rectitud, la humildad, y una firme confianza en Dios, eran sus rasgos
principales de carácter. De Ana podría decirse en las palabras del
sabio: “El corazón de su marido está en ella confiado”.
Proverbios
31:11
.—
The Signs of the Times, 27 de octubre de 1881
.
A esta piadosa pareja le había sido negada la bendición tan
vehementemente deseada por todo hebreo. Su hogar no conocía la
alegría de las voces infantiles; y el deseo de perpetuar su nombre
había llevado a su marido a contraer un segundo matrimonio, como
hicieron muchos otros. Pero este paso, inspirado por la falta de fe en
Dios, no significó felicidad. Se agregaron hijos e hijas a la casa; pero
se había mancillado el gozo y la belleza de la institución sagrada de
Dios, y se había quebrantado la paz de la familia. Penina, la nueva
esposa, era celosa e intolerante, y se conducía con mucho orgullo
e insolencia. Para Ana, toda esperanza parecía estar destruida, y la
vida le parecía una carga pesada; no obstante, soportaba la prueba
con mansedumbre y sin queja alguna.