Página 52 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
costumbre, Jesús hizo en su niñez una visita de Pascua a Jerusalén.
Como todos los israelitas devotos, José y María subían cada año
para asistir a la Pascua; y cuando Jesús tuvo la edad requerida, lo
llevaron consigo [...].
Por primera vez, el niño Jesús miraba el templo. Veía a los sa-
cerdotes con sus blancas vestiduras cumplir su solemne ministerio.
Contemplaba la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio. Junta-
mente con los adoradores, se inclinaba en oración mientras que la
nube de incienso ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresio-
nantes ritos del servicio pascual. Día tras día, veía más claramente
su significado. Todo acto parecía ligado con su propia vida. Se des-
pertaban nuevos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar
estudiando un gran problema. El misterio de su misión se estaba
revelando al Salvador.
Arrobado en la contemplación de estas escenas, no permaneció
al lado de sus padres. Buscó la soledad. Cuando terminaron los
servicios pascuales, se demoró en los atrios del templo; y cuando
los adoradores salieron de Jerusalén, él fue dejado atrás.
En esta visita a Jerusalén, los padres de Jesús desearon ponerle
en relación con los grandes maestros de Israel [...], una dependencia
del templo servía de local para una escuela sagrada, semejante a las
escuelas de los profetas. Allí rabinos eminentes se reunían con sus
alumnos, y allí se dirigió el niño Jesús. Sentándose a los pies de
aquellos sabios y solemnes hombres, escuchaba sus enseñanzas.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 50-58 (1898)
.
Aquellos hombres sabios se sorprendieron de las preguntas que
el niño Jesús les hacía. Querían animarlo en el estudio de la Biblia
y a la vez querían saber cuánto conocía de las profecías; por eso
le hicieron tantas preguntas. Y tanto ellos como sus padres se sor-
prendieron de sus respuestas. Durante una pausa, María, la madre de
Jesús, se acercó a su hijo y le preguntó: “Hijo, ¿por qué nos has he-
cho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia”. Entonces,
una divina luz se reflejó en el rostro de Jesús, y levantando su mano,
dijo: ““¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de
mi Padre me es necesario estar?” Pero ellos no entendieron lo que
les dijo”.
Lucas 2:48-50
. Aunque no entendieron el significado de
sus palabras, sabían que era un buen hijo y que estaría sujeto a sus
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mandatos. Aunque era el Hijo de Dios, “volvió a Nazaret, y estaba