Página 53 - Hijas de Dios (2008)

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Mujeres notables del Nuevo Testamento
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sujeto a ellos”. Y aunque su madre no entendía lo que él había dicho,
sin embargo, “guardaba todas estas cosas en su corazón”.—
The
Youth’s Instructor, 28 de noviembre de 1895
.
Jesús esperaba dirigir la atención de José y María a las profecías
referentes a un Salvador que habría de sufrir, mientras volviese solo
con ellos de Jerusalén. En el Calvario, trató de aliviar la pena de su
madre. En estos momentos también pensaba en ella. María había de
presenciar su última agonía, y Jesús deseaba que ella comprendiese
su misión, a fin de que fuese fortalecida para soportar la prueba
cuando la espada atravesara su alma. Así como Jesús había estado
separado de ella y ella lo había buscado con pesar tres días, cuando
fuese ofrecido por los pecados del mundo, lo volvería a perder tres
días. Y cuando saliese de la tumba, su pesar se volvería a tornar en
gozo. ¡Pero cuánto mejor habría soportado la angustia de su muerte
si hubiese comprendido las Escrituras hacia las cuales trataba ahora
de dirigir sus pensamientos!—
El Deseado de Todas las Gentes, 62
(1898)
.
Durante doce años de su vida había caminado por las calles
de Nazaret y había trabajado con José en su taller cumpliendo con
sus deberes de hijo. Hasta entonces no había dado muestras de su
carácter peculiar, ni había manifestado su misión en la tierra como
Hijo de Dios. Fue en esta ocasión cuando les hizo saber a sus padres
que tenía una misión más sagrada y elevada de lo que ellos habían
pensado. Había de hacer una obra encomendada por el mismo Padre
celestial. María sabía que Jesús había reclamado una relación filial
con el Eterno y no con José. Quedó perpleja; no podía comprender
plenamente su declaración acerca de su misión, y se preguntaba
si alguien le habría dicho a Jesús que José no era su verdadero
padre, sino que Dios lo era. María guardaba todas estas cosas en su
corazón.—
The Youth’s Instructor, 13 de julio de 1893
.
María creía en su corazón que el santo niño nacido de ella era el
Mesías prometido desde hacía tanto tiempo; y, sin embargo, no se
atrevía a expresar su fe. Durante toda su vida terrenal compartió sus
sufrimientos. Presenció con pesar las pruebas a él impuestas en su
niñez y juventud. Por justificar lo que ella sabía ser correcto en su
conducta, ella misma se veía en situaciones penosas. Consideraba
que las relaciones del hogar y el tierno cuidado de la madre sobre
sus hijos eran de vital importancia en la formación del carácter.