Página 57 - Hijas de Dios (2008)

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Mujeres notables del Nuevo Testamento
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atados a los instrumentos de tortura [...]. La madre de Jesús, sosteni-
da por el amado discípulo Juan, había seguido las pisadas de su Hijo
hasta el Calvario. Le había visto desmayar bajo la carga de la cruz,
y había anhelado sostener con su mano la cabeza herida y bañar la
frente que una vez se reclinara en su seno. Pero se le había negado
este triste privilegio [...]. Su corazón volvió a desfallecer al recordar
las palabras con que Jesús había predicho las mismas escenas que
estaban ocurriendo [...]. ¿Debería ella renunciar a su fe de que Jesús
era el Mesías? ¿Tendría ella que presenciar su oprobio y pesar sin
tener siquiera el privilegio de servirle en su angustia? Vio sus ma-
nos extendidas sobre la cruz; se trajeron el martillo y los clavos, y
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mientras estos se hundían a través de la tierna carne, los afligidos
discípulos apartaron de la cruel escena el cuerpo desfalleciente de la
madre de Jesús.—
El Deseado de Todas las Gentes, 690-692 (1898)
.
Los ojos de Jesús recorrieron la multitud que se había reunido
para presenciar su muerte. Allí, al pie de la cruz, estaba Juan soste-
niendo a María, su madre. Había venido a esa terrible escena, porque
no podía continuar alejada de su Hijo. Y la última lección que Jesús
enseñó, estuvo relacionada al amor filial. Mirando primeramente
el rostro angustiado de su madre y después el de Juan, le dijo a la
primera: “Mujer, he ahí tu hijo”; y al discípulo: “He ahí tu madre”.
Juan 19:26-27
. Juan entendió perfectamente las palabras de Jesús y
la misión sagrada que este le había confiado. Inmediatamente retiró
a la madre de Cristo de la angustiosa escena del Calvario. Y desde
aquella hora cuidó de ella llevándola a su propio hogar y prodigán-
dole los cuidados de un hijo amante. ¡Qué misericordioso Salvador!
En medio de su sufrimiento físico y su angustia mental, tuvo un
pensamiento tierno y cuidadoso hacia la madre que lo había traído al
mundo. No tenía dinero que ofrecerle para asegurar su futuro, pero
la confió al cuidado de su amado discípulo, quien la aceptó como un
sagrado legado. Este pedido resultaría en gran bendición para Juan,
ya que le recordaría constantemente a su amado Maestro.—
The
Spirit of Prophecy 3:160-161 (1878)
.
María y Marta
Este capítulo está basado en Lucas 10 y Juan 11.