Mujeres notables del Nuevo Testamento
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Jesús; cuerpo que consideraban muy precioso a pesar de que sus
esperanzas de que él fuera el Mesías prometido habían perecido con
él [...]. Las mujeres se sorprendieron al ver que José [de Arimatea]
y Nicodemo, ricos y respetados miembros del Concilio, estuvieran
tan interesados y ansiosos como ellas, de que se dispusiera correc-
tamente del cuerpo de Jesús.—
The Spirit of Prophecy 3:174-175
(1878)
.
Las mujeres junto a la tumba
Este capítulo está basado en Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan
19-20.
Mientras Juan se preocupaba por la sepultura de su Maestro,
José volvió con la orden de Pilato de que le entregasen el cuerpo
de Cristo; y Nicodemo vino trayendo una costosa mezcla de mirra
y áloes [...] para embalsamarlo [...]. Los discípulos se quedaron
asombrados al ver a estos ricos príncipes tan interesados como ellos
en la sepultura de su Señor [...].
Con suavidad y reverencia, bajaron con sus propias manos el
cuerpo de Jesús. Sus lágrimas de aflicción caían en abundancia
mientras miraban su cuerpo magullado y lacerado. José poseía una
tumba nueva, tallada en una roca. Se la estaba reservando para sí
mismo, pero estaba cerca del Calvario, y ahora la preparó para Jesús.
El cuerpo, juntamente con las especias traídas por Nicodemo, fue
envuelto cuidadosamente en un sudario, y el Redentor fue llevado a la
tumba. Allí, los tres discípulos enderezaron los miembros heridos y
cruzaron las manos magulladas sobre el pecho sin vida. Las mujeres
galileas vinieron para ver si se había hecho todo lo que podía hacerse
por el cuerpo muerto de su amado Maestro. Luego vieron cómo se
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hacía rodar la pesada piedra contra la entrada de la tumba, y el
Salvador fue dejado en el descanso. Las mujeres fueron las últimas
que quedaron al lado de la cruz, y las últimas que quedaron al lado de
la tumba de Cristo. Mientras las sombras vespertinas iban cayendo,
María Magdalena y las otras Marías permanecían al lado del lugar
donde descansaba su Señor derramando lágrimas de pesar por la
suerte de Aquel a quien amaban. Y “al regresar [...] descansaron el