Página 128 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
Médico, que nunca ha perdido un caso, la ha sanado y ahora tiene
la oportunidad de contar a la gente su experiencia con el amante y
bondadoso Redentor.—
Manuscript Releases 7:155 (1898)
.
Agradezco al Señor con toda mi alma y corazón, y con toda mi
voz, por el hecho de que usted haya sido una dirigente prominente
e influyente en la Unión de Mujeres por la Temperancia Cristiana.
En la providencia de Dios, ha sido traída a la luz para obtener un
conocimiento de la verdad... Ahora usted debe traer esa luz y ese
conocimiento a su trabajo, al asociarse con mujeres cuyos corazones
han sido suavizados por el Espíritu de Dios, y que están buscando la
verdad como un tesoro escondido. Por veinte años se me ha mostrado
que la luz de la verdad llegaría a las damas relacionadas con la obra
de temperancia. Sin embargo he visto con tristeza que muchas de
ellas se están tornando a la política, y se han opuesto a Dios. Han
entrado en debates, cuestiones y teorías que no necesitaban entrar.
Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Juan 8:12
.
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Creo firmemente que el Señor la está dirigiendo para que man-
tenga los principios de la temperancia claros y distintos, y en toda su
pureza, en conexión con la verdad para estos últimos días. Aquellos
que quieran hacer su voluntad, conocerán de la doctrina. El Señor
ha designado que las mujeres aprendan de él la mansedumbre y
humildad de corazón, y cooperen con el más grande Maestro que
el mundo ha conocido. Cuando esto ocurra, no habrá luchas por
la supremacía, ni orgullo por la opinión personal. Se comprenderá
que la mente y la voz, y toda habilidad, son sólo talentos prestados,
dados por Dios para ser utilizados en su obra, y para ser devueltos
con creces al Dador de los mismos. Se espera que crezcamos en
capacidad, en influencia y en poder, puestos los ojos en Jesús; y al
hacerlo, seremos cambiados en su semejanza.
El trabajo de la mujer es un poder en el mundo. Sin embargo,
ese poder se pierde si al estar frente a la Palabra de Dios y escuchar
un “así dice el Señor” se rehúsa a obedecer. La gran dificultad
del alma es dejar de lado sus supuestas obras meritorias. No es
fácil comprender lo que significa quitar al yo del puesto de honor
en el servicio a Dios. Inconscientemente le damos prioridad a los
atributos de nuestro carácter y a las opiniones de nuestra mente,
aun ante la presencia de Dios, en nuestras oraciones, en nuestro