El respeto propio
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de tal manera que Dios, los ángeles y la propia conciencia puedan
aprobarlo. No es una evidencia de verdadera humildad el andar
con la cabeza inclinada y el corazón lleno de pensamientos sobre
uno mismo. Es nuestro privilegio ir a Jesús, ser limpiados por él,
y estar ante la ley sin remordimientos ni vergüenza. “Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Romanos
8:1
. Aunque la Palabra aconseja no tener “más alto concepto de
sí que el que debe tener” (
Romanos 12:3
), a la vez no condena un
concepto apropiado del respeto propio. Como hijos e hijas de Dios
debiéramos ser conscientes de nuestra dignidad de carácter, sin dar
lugar al orgullo o la exaltación propia.—
The Review and Herald,27
de marzo de 1888
.
Consejo a quien había perdido su dignidad
—Jesús lo ama, y
su gran corazón lleno de infinita compasión se preocupa por usted.
Me ha dado un mensaje para usted; el mensaje es que usted puede
recobrarse de las trampas del enemigo. Puede recuperar su dignidad,
y en lugar de sentirse un fracasado, puede llegar a ser un conquistador
mediante la elevadora influencia del Espíritu de Dios. Tómese de la
mano de Cristo y no se separe de él.—
Medical Ministry, 43 (1903)
.
Las palabras insultantes resultan en la pérdida del respeto
propio
—¡Qué perjuicio se produce en el círculo de la familia por el
uso de palabras impacientes! Una declaración brusca produce una
respuesta similar, y luego vienen palabras de represalia y desqui-
te, palabras de justificación propia que se transforman en un yugo
colocado sobre el propio cuello de aquel que las declara, porque
producen una cosecha maléfica. Quien se acostumbra a tal lenguaje
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finalmente experimenta vergüenza y pérdida del respeto y la confian-
za propias; llega a tener un amargo remordimiento por haber perdido
el control y haber expresado tales cosas. ¡Cuánto mejor hubiera sido
no pronunciar esas palabras! ¡Cuánto mejor es tener el aceite de la
gracia en el corazón y ser capaz de soportar la provocación con el
espíritu de mansedumbre y paciencia de Cristo!—
The Review and
Herald, 19 de mayo de 1891
.
Dominio propio, humildad y eficiencia en la obra de Dios
—
Al trabajar en la obra de Dios, habrá circunstancias y situaciones que
requerirán serenidad y dominio propio, pero que lo calificarán para
adaptarse a las circunstancias y las peculiaridades de la situación.