Página 209 - Hijas De Dios (1999)

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La paternidad
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disciplina. A sus hijos les faltan esas cualidades deseables en una
mente noble que sólo una disciplina correcta y la cultura pueden
darles. No son corteses ni respetuosos; les ha permitido pronunciar
palabras que nunca debieran ser permitidas bajo su techo. Los jó-
venes que no son restringidos a temprana edad, se transforman en
sus propios amos y en sus propias dueñas. Toman las riendas en sus
propias manos y se creen importantes, engreídos e impetuosos, sin
gusto o ambición por el respeto propio o la disciplina. Sus mentes
no se aplican a ninguna cosa; desprecian la disciplina de la escuela
porque no han sido disciplinados en el hogar...
Dios no se ha agradado de la forma en que la Hna. Bailey ha
manejado a sus hijos. “Pesada ha sido en balanza, y ha sido hallada
falta”. Este es un serio defecto en una madre. Por haber sido dema-
siado complaciente, les permitió pecar; les permitió ser apasionados,
desagradecidos, desobedientes, testarudos y engreídos. Y aun más:
los ha justificado delante de los ojos de otros, y delante de sus pro-
pios ojos. En esto ha participado de los pecados y errores de sus
hijos; la sangre de sus almas estará en su vestimenta y en la de su
marido. Pueden ambos redimir el pasado haciendo una reforma de
su parte; pero no pueden borrar los resultados de su descuido en
la vida de sus hijos. En cierto grado, Dios considera a los padres
como responsables de la conducta de sus hijos, debido a que tenían
la responsabilidad de formar sus caracteres...
Su hija necesita tener una labor activa. Ella puede compartir
muy bien las cargas de la vida, a fin de que esas cargas no le sean
agregadas a las de su madre. El trabajo que se le pida hacer, pondrá
en acción sus músculos y los órganos del cuerpo, y será la mejor
medicina que su hija puede recibir. La ociosidad la está mantenien-
do descontenta e infeliz... Que Dios pueda bendecirlos en estos
aspectos, tanto a usted como a su esposo.—
Carta 1, 1871
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