Página 230 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
los que nos causan las mayores tristezas y pruebas. Ellos pueden
pensar que estamos en el error; que hemos seguido la luz equivocada.
Quizá piensen que nos estamos engañando y degradando a nosotros
mismos por seguir los dictados de la conciencia iluminada en la
búsqueda de la verdad como tesoros escondidos.
El carácter y el camino del cristiano están en marcado contrarse
con los de los mundanos. El cristiano no puede encontrar placer en
las diversiones y la algazara del mundo, porque tiene atracciones
más altas y santas en las cuales poner sus afectos. Su obediencia a
Dios muestra que son sus amigos.
Nuestros ruegos por ayuda divina para asemejarnos a la imagen
de Cristo pueden no ser contestados de acuerdo a nuestros deseos.
Puede ser que seamos probados si Dios ve que lo mejor para nosotros
es ponernos bajo la disciplina, que es tan esencial para capacitarnos
para la bendición que anhelamos. Y no debiéramos desanimarnos,
ni dar lugar a la duda, ni pensar que nuestras oraciones no han sido
contestadas. Debiéramos confiar más en Cristo y dejar nuestro caso a
Dios para que responda nuestras oraciones de acuerdo a su voluntad.
Dios no ha prometido que va a conceder su bendición sobre los
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planes que nosotros mismos hacemos; es demasiado sabio para errar
y demasiado cuidadoso de nosotros para permitirnos elegir nuestro
propio camino.
Los planes de Dios son siempre los mejores, aunque a veces nos
cueste aceptarlos así. La perfección de un carácter cristiano sólo
puede obtenerse mediante trabajo, conflicto y renunciamiento. No
siempre nos acordamos ni consideramos que el proceso de purifi-
cación, doloroso y humillante, es necesario para que alcancemos la
semejanza a Cristo. Frecuentemente Dios contesta nuestras oracio-
nes en la forma menos esperada, porque debe ponernos a prueba
para que se revele lo que hay en nuestro corazón. A veces nos coloca
en circunstancias que demandan un gran ejercicio de la fe viviente,
para desarrollar en mayor medida las gracias cristianas.
Tengamos en mente, querida hermana, cuán preciosos son los
dones de Dios, las gracias de su Espíritu, y no tratemos de evitar el
proceso de prueba por más doloroso y humillante que parezca. ¡Cuán
fácil sería el camino al cielo si no hubiera cruz ni renunciamiento!
¡Cuántos mundanos e hipócritas se apresurarían a recorrerlo! Gracias
a Dios por la cruz y la humillación. La vergüenza y la ignominia