Mujeres notables del Nuevo Testamento
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el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.
Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a
sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante
de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho”.
Mateo
28:5-7
.—
The Spirit of Prophecy 3:199 (1878)
.
Dorcas
Este capítulo está basado en Hechos 9:36-42.
Dorcas era una mujer muy amada, que siempre hacía el bien
y ayudaba a otros, especialmente a los pobres. Cuando murió, los
creyentes buscaron a Pedro que estaba en Lida, una ciudad cercana.
En Jope, vivía Dorcas, cuyos dedos habilidosos eran más activos
que su lengua. Siembre sabía quién estaba en necesidad de ropa y
quién de simpatía, y a ambas clases ministraba libremente. Cuando
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Dorcas murió, la iglesia en Jope sintió la pérdida. No es de extrañar
que se lamentaran y enlutasen, ni que sus tibias lágrimas cayeran
sobre su cuerpo inanimado. Era de tal valor, que fue traída de vuelta
de la tierra del enemigo por el poder de Dios, a fin de que su habilidad
y energía continuaran siendo una bendición para otros.—
Testimonies
for the Church 5:304 (1885)
.
“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió”. La iglesia
de Jope sintió su pérdida; y oyendo que Pedro estaba en Lida, los
creyentes le mandaron mensajeros “a rogarle: No tardes en venir
a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando
llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, lloran-
do y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando
estaba con ellas”. A juzgar por la vida de servicio que Dorcas había
vivido, no es extraño que llorasen...
El corazón del apóstol fue movido a simpatía al ver su tristeza.
Luego, ordenando que los llorosos deudos salieran de la pieza, se
arrodilló y oró fervorosamente a Dios para que devolviese la vida
y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: “Tabita,
levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó”.
Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le
pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo”.—
Los Hechos
de los Apóstoles, 107-108 (1911)
.