Página 105 - La Historia de la Redenci

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Israel escapa de la esclavitud
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para llevarlos a la fuerza nuevamente a Egipto. El rey encabezó
un gran ejército y seiscientos carros y los persiguió, y los alcanzó
cuando estaban acampados junto al mar.
“Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron
sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que
los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová.
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Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has
sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así
con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que
te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios?
Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en
el desierto. Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved
la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios
que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová
peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”.
¡Cuán pronto perdieron los israelitas su confianza en Dios! Ha-
bían visto todos los castigos que lanzó sobre Egipto para convencer
al rey de que dejara salir a Israel, pero cuando su confianza en Dios
fue sometida a prueba murmuraron a pesar de que habían visto las
evidencias de su poder en su maravillosa liberación. En vez de con-
fiar en Dios en su momento de necesidad, murmuraron ante el fiel
Moisés, recordándole las expresiones de incredulidad que habían
formulado en Egipto. Lo acusaron de ser la causa de todas sus difi-
cultades. El los animó a confiar en Dios y a refrenar sus expresiones
de incredulidad, y que vieran lo que el Señor haría en favor de ellos.
Moisés oró fervientemente al Señor para que librara a su pueblo
escogido.
Liberación en el Mar Rojo
“Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a
los hijos de Israel que marchen. Y alza tu vara, y extiende tu mano
sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del
mar, en seco”. Dios quería que Moisés comprendiera que obraría en
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favor de su pueblo, que la necesidad de éste sería su oportunidad.
Cuando avanzaran tanto como fuera posible, debía instarlos a que
prosiguieran; tenía que usar la vara que Dios le había dado para
dividir las aguas.