Página 134 - La Historia de la Redenci

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La Historia de la Redención
posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. Pero
los hombres que fueron con ellos dijeron: “No podremos subir
contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros”. Y siguieron
repitiendo su mal informe, y afirmaron que todos los hombres eran
de elevada estatura. “También vimos allí gigantes, hijos de Anac,
raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como
langostas; y así les parecíamos a ellos.
Israel vuelve a murmurar
“Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo
lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón
todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá murié-
ramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!
¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que
nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No sería mejor
volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán,
y volvámonos a Egipto. Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre
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sus rostros delante de toda la multitud de la congregación de los
hijos de Israel”.
Los israelitas no solo dieron rienda suelta a sus quejas contra
Moisés, sino que acusaron a Dios mismo de obrar deshonestamente
con ellos al prometerles una tierra que no eran capaces de poseer. Su
espíritu rebelde se agitó de tal manera que con completo olvido del
brazo poderoso de la omnipotencia que los había sacado de la tierra
de Egipto y los había conducido hasta ese momento mediante una
serie de milagros, resolvieron elegir un comandante que los llevara
de regreso a Egipto, donde habían sido esclavos y donde habían
sufrido tantas dificultades. En efecto, nombraron a un capitán, con
lo que descartaron a Moisés, su paciente y sufrido dirigente; y se
quejaron amargamente de Dios.
Moisés y Aarón cayeron sobre sus rostros delante del Señor y
en presencia de toda la asamblea de la congregación, para implorar
misericordia de Dios en favor de ese pueblo rebelde. Pero su angustia
y su pesar eran demasiado grandes para expresarlos con palabras.
Permanecieron postrados en medio de un total silencio. Caleb y
Josué rasgaron sus vestiduras como expresión de su profunda pena.
“Y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: