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La Historia de la Redención
rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre
está en él”.
Éxodo 23:20, 21
.
Moisés se adjudicó la gloria que pertenecía a Dios, y obligó al
Señor a hacer algo en este caso que convenciera para siempre al
rebelde Israel que no era Moisés quien los había sacado de Egipto,
sino Dios mismo. El Altísimo había encargado a Moisés la dirección
de su pueblo, mientras el poderoso Angel iba delante de ellos en
todas sus jornadas y los conducía en todas sus peregrinaciones.
Puesto que estaban tan inclinados a olvidar que el Señor los conducía
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por medio de su Angel, y a acreditar al hombre lo que solamente
podía llevar a cabo el poder de Dios, los había probado para ver si le
obedecerían o no. Pero cada vez que los sometió a prueba fracasaron.
En lugar de crecer y reconocer que el Señor les había señalado
senderos con evidencias de su poder y con señales concluyentes
de su cuidado y su amor, desconfiaron del Altísimo y adjudicaron
a Moisés su salida de Egipto, acusándolo de ser la causa de todos
sus desastres. Moisés había soportado su testarudez con notable
paciencia. En una ocasión incluso amenazaron apedrearlo.
Un duro castigo
Jehová iba a borrar para siempre esta impresión de sus mentes
al prohibir a Moisés que entrara en la tierra prometida. Dios había
honrado mucho a Moisés. Le había revelado su inmensa gloria. Lo
había puesto en sagrada proximidad con él en el monte, y había
condescendido a conversar con él como un hombre que habla con su
amigo. Había comunicado a Moisés, y por su intermedio al pueblo,
su voluntad, sus estatutos y leyes. El hecho de que fuera exaltado
y honrado por Dios de esa manera le dio a su error una enorme
magnitud. Moisés se arrepintió de ese error y se humilló profunda-
mente delante de Dios. Expuso ante todo Israel el pesar que sentía
por su pecado. No podía ocultar las consecuencias de su falta, y por
eso les dijo que por no dar gloria a Dios no podía conducirlos a la
tierra prometida. Entonces les preguntó que si un error de su parte
era tan grande que merecía semejante corrección por parte de Dios,
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cómo consideraría el Señor sus constantes quejas al acusarlo a él
(a Moisés) de las inusuales sanciones del Señor por causa de sus
pecados.