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La Historia de la Redención
Los filisteos se sentían triunfadores porque tenían, según creían,
al famoso dios de los israelitas, que había llevado a cabo tan grandes
maravillas para ellos y que los había convertido en el terror de sus
enemigos. Llevaron el arca de Dios a Asdod, y la ubicaron en un
espléndido templo, erigido en honor del más popular de sus dioses, es
a saber, Dagón, y la pusieron junto a su ídolo. A la mañana siguiente
los sacerdotes de esos dioses entraron al templo, y se aterrorizaron
al descubrir que Dagón había caído en tierra sobre su rostro delante
del arca del Señor. Lo levantaron y lo pusieron en su lugar primitivo.
Creyeron que podría haber caído accidentalmente. Pero al otro día lo
encontraron caído como la vez anterior, sobre su rostro, en el suelo,
y la cabeza del ídolo y sus dos manos estaban separadas del cuerpo.
Los ángeles de Dios, que siempre acompañaban al arca, arrojaron
en tierra ese ídolo inerte, y después lo mutilaron, para poner de
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manifiesto que Dios, el Dios viviente, está por encima de todos
los dioses, y que en su presencia toda deidad pagana no es nada.
Los paganos reverenciaban mucho a su dios, Dagón; y cuando lo
encontraron mutilado sin remedio, caído sobre su rostro delante del
arca de Dios, se sintieron tristes y lo consideraron un mal presagio
para los filisteos. Se lo interpretó como que los filisteos y todos sus
dioses se verían sometidos a los hebreos y destruidos por estos, y
que el Dios de los israelitas sería más grande y poderoso que todos
los dioses. Sacaron el arca del Señor del templo de su ídolo, y la
dejaron en otro lugar.
Los filisteos conservaron el arca de Dios durante siete meses.
Habían vencido a los israelitas y habían tomado el arca de Dios, que
suponían era la fuente de su poder, y creyeron que siempre estarían a
salvo y no tendrían más temor de los ejércitos de Israel. Pero en me-
dio de su regocijo a consecuencia de su éxito, se escuchó un lamento
por toda la tierra, que se adjudicó al arca del Señor. La llevaron ate-
rrorizados de lugar en lugar, y por donde iba la destrucción la seguía,
hasta que se sintieron tan perplejos que no sabían qué hacer con ella.
Los ángeles que la acompañaban la protegieron de todo daño. Los
filisteos no se atrevían a abrirla, porque como Dagón había tenido
que enfrentar semejante destino, temían tocarla o acercarse a ella.
Llamaron a los sacerdotes y a los adivinos y les preguntaron qué
podían hacer con el arca de Dios. Estos aconsejaron que se la enviara
al pueblo al cual pertenecía, con una costosa ofrenda por el pecado,