Página 157 - La Historia de la Redenci

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El Arca de Dios y las vicisitudes de Israel
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para que si el Señor quería aceptarla los sanara. También tuvieron
que comprender que la mano del Altísimo estaba sobre ellos porque
habían tomado su arca, que pertenecía solamente a Israel.
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El Arca vuelve a Israel
Algunos no estaban de acuerdo con que se hiciera esto. Era
demasiado humillante devolver el arca, e insistieron en que ningún
filisteo pusiera en peligro su vida por llevar el arca de Dios a Israel,
ya que les había causado tanta muerte. Sus consejeros suplicaron al
pueblo que no endureciera su corazón como los egipcios y Faraón
lo habían hecho, para que no les sobrevinieran mayores aflicciones
y plagas. Y como todos tenían miedo de tomar el arca del Señor, les
aconsejaron diciendo: “Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad
luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo,
y uncid las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás de
ellas a casa. Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis sobre
el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar en ofrenda por la
culpa, las pondréis en una caja al lado de ella; y la dejaréis que se
vaya. Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes
él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su
mano la que nos ha herido, sino que esto ocurrió por accidente. Y
aquellos hombres lo hicieron así; tomando dos vacas que criaban,
las uncieron al carro, y encerraron en casa sus becerros... y las vacas
se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían camino recto,
andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda”.
Los filisteos sabían que no era posible obligar a las vacas a
apartarse de sus terneros para dejarlos en casa a menos que un
poder invisible las impulsara. Las vacas se fueron directamente a
Bet-semes bramando por sus terneros, pero apartándose de ellos
en línea recta. Los jefes de los filisteos siguieron el arca hasta los
límites de Bet-semes. No se atrevían a confiar plenamente a las
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vacas el arca sagrada. Temían que si algún mal le acontecía, mayores
calamidades les sobrevendrían. No sabían que los ángeles de Dios
acompañaban al arca y conducían a las vacas en su camino al lugar
que les correspondía.