Página 168 - La Historia de la Redenci

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La Historia de la Redención
multitud, de modo que pudo pasar por en medio de ella y proseguir
su camino.
Satanás todavía esperaba que el plan de salvación fracasara.
Ejerció todo su poder para endurecer el corazón de la gente y amargar
sus sentimientos en contra de Jesús. Esperaba que muy pocos lo
recibieran como Hijo de Dios, al punto que él considerara que sus
sufrimientos y su sacrificio eran demasiado grandes para beneficiar
a un grupo tan pequeño. Pero vi que si sólo hubiera habido dos
que aceptaran a Jesús como Hijo de Dios y creyeran en él para la
salvación de sus almas, habría llevado a cabo el plan.
Alivio para los que sufrían
Jesús comenzó su obra quebrantando el poder de Satanás sobre
los que sufrían. Restauró la salud del enfermo, dio vista al ciego y
sanó al tullido, induciéndolo a saltar de alegría y glorificar a Dios.
Restauró la salud de los que habían estado enfermos por muchos
años sometidos al cruel poder de Satanás. Con palabras llenas de
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gracia consolaba al flaco, al tembloroso y al desanimado. A los
débiles, acosados por el sufrimiento, y a quienes el enemigo retenía
triunfante, Jesús los arrebató de su puño devolviéndoles la sanidad
del cuepo y dándoles gran alegría y felicidad. Resucitó a los muertos,
y éstos glorificaron a Dios por el maravilloso despliegue de su poder.
Hizo obras extraordinarias en favor de todos los que creían en él.
La vida de Cristo estuvo llena de palabras y actos saturados de
benevolencia, simpatía y amor. Siempre estuvo atento para escuchar
las quejas de los que acudían a él, y para darles alivio. Multitudes
llevaban en su propio cuerpo las evidencias de su poder divino. No
obstante, después que las obras estuvieron realizadas, muchos se
avergonzaron del humilde pero poderoso predicador. Puesto que los
dirigentes no creían en él, el pueblo no estaba dispuesto a aceptar a
Jesús. Fue varón de dolores, experimentado en quebranto. No podían
soportar el ser gobernados por los principios manifestados en su vida
sobria y abnegada. Deseaban gozar de los honores que confiere el
mundo. Sin embargo, muchos siguieron al Hijo de Dios y escucharon
sus enseñanzas, regocijándose con las palabras tan llenas de gracia
que surgían de sus labios. Esas palabras, sumamente significativas,
eran tan claras que hasta el más simple las podía entender.