Página 173 - La Historia de la Redenci

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Cristo traicionado
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la atención de la gente. Temían que todos creyeran en él. No se
sentían seguros. Tenían que perder su puesto o dar muerte al Señor.
Y después de darle muerte, aún habría quienes serían monumentos
vivientes de su poder.
El Maestro había resucitado a Lázaro de entre los muertos, y los
dirigentes temían que si daban muerte a Jesús el resucitado daría
testimonio de la grandeza de su poder. La gente se agolpaba para ver
al que había regresado de entre los muertos, y los dirigentes deci-
dieron eliminar a Lázaro también para terminar con ese entusiasmo.
Entonces podrían lograr que el pueblo volviera a las tradiciones y
doctrinas de los hombres, para diezmar el eneldo y el comino, y
de nuevo podrían ejercer influencia sobre él. Se pusieron de acuer-
do para prender a Jesús mientras estuviera solo, porque si trataban
de arrebatárselo a la multitud, cuando la mente de la gente estaba
concentrada en él, ésta los apedrearía.
Judas sabía cuán ansiosos estaban de prender a Jesús y se ofre-
ció a los principales sacerdotes y ancianos para venderlo por unas
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cuantas monedas de plata. Su amor el dinero lo indujo a traicionar
a su Señor para ponerlo en manos de sus más acerbos enemigos.
Satanás estaba obrando directamente por intermedio de Judas, y en
medio de las escenas impresionantes de la última cena el traidor
estaba trazando planes para entregar a su Maestro. Con pesar Jesús
dijo a sus discípulos que todos ellos se escandalizarían en él aquella
noche. Pero Pedro afirmó con vehemencia que si todos los demás se
escandalizaban, él no lo haría. Jesús le dijo: “Satanás os ha pedido
para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no
falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”.
Lucas 22:31,
32
.
En el jardín
Vi a Jesús en el jardín con sus discípulos. Con profundo pesar les
suplicó que velaran y oraran, para que no cayera en tentación. Sabía
que su fe sería probada y que sus esperanzas resultarían fallidas, y
que necesitarían toda la fortaleza que pudieran lograr como resultado
de una estricta vigilia y la ferviente oración. Con fuertes clamores y
llantos Jesús oraba: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero
no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Lucas 22:42
. El Hijo de