Página 179 - La Historia de la Redenci

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El juicio de Cristo
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nosotros? ¡Allá tú!”
Mateo 27:4
. Tenían a Cristo en sus manos, y
estaban decididos a no soltarlo. Judas, abrumado de pesar, arrojó
el dinero que ahora despreciaba a los pies de los que lo habían
contratado, e impulsado por la angustia y el horror salió y se ahorcó.
Jesús tenía muchos simpatizantes en el grupo que lo rodeaba, y
el hecho de que no respondiera a las numerosas preguntas que se
le hacían asombraba a la multitud. Frente al escarnio y la violencia
de la turba, ni un gesto, ni una expresión de molestia se dibujaba en
sus rasgos. Tenía una actitud digna y compuesta. Los espectadores
lo contemplaban maravillados. Comparaban su perfecta forma y su
comportamiento firme y digno con la apariencia de los que se habían
sentado en juicio contra él, y se decían mutuamente que tenía mucho
más la apariencia de un rey que cualquiera de los dirigentes. No
tenía señales de ser criminal. Su mirada era bondadosa, luminosa y
libre de temor; su frente amplia y elevada. Cada rasgo suyo estaba
definidamente señalado por la benevolencia y la nobleza. Su pacien-
cia y su tolerancia eran tan poco humanas que muchos temblaron.
Aun Herodes y Pilato se sintieron sumamente perturbados frente a
su porte noble y divino.
Jesús ante Pilato
Desde el mismo principio Pilato se convenció de que Jesús no
era un hombre ordinario. Creía que era una persona excelente y
totalmente inocente de lo que se lo acusaba. Los ángeles que con-
templaban la escena notaron la convicción del gobernador romano,
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y para salvarlo de comprometerse en el terrible acto de entregar a
Jesús para ser crucificado un ángel fue enviado a la esposa de Pilato
y le dio información por medio de un sueño de que el juicio en que
su esposo estaba participando era el del Hijo de Dios, y que era
inocente. Inmediatamente ella le envió un mensaje para declarar
que había sufrido mucho en sueños con respecto a Jesús, y para
advertirle que no tuviera nada que ver con ese santo. El mensajero,
abriéndose paso apresuradamente entre la multitud, puso la carta
en manos de Pilato. Al leerla, éste tembló y se puso pálido, y deci-
dió inmediatamente no tener nada que ver con enviar a Cristo a la
muerte. Si los judíos querían la sangre de Jesús, él no prestaría su
influencia para que lo lograran; al contrario, trataría de librarlo.