Página 182 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 29—La crucifixión de Cristo
Cristo, el precioso Hijo de Dios, fue conducido y entregado al
pueblo para ser crucificado. Los discípulos y creyentes de las regio-
nes circunvecinas se unieron a la multitud que seguía a Jesús rumbo
al Calvario. La madre del Señor también estaba allí sostenida por
Juan, el discípulo amado. Su corazón estaba herido por una angus-
tia inenarrable; no obstante ella, junto con los discípulos, esperaba
que mudara la penosa escena, y que Jesús manifestara su poder y
apareciera ante sus enemigos como el Hijo de Dios. Pero de nuevo
su corazón de madre desfalleció al recordar las palabras mediante
las cuales él se había referido brevemente a las cosas que estaban
sucediendo ese día.
Apenas había pasado Jesús por la puerta de la casa de Pilato
cuando trajeron la cruz preparada para Barrabás y la depositaron
sobre sus hombros magullados y sangrantes. También cargaron con
cruces a los compañeros de Barrabás que debían sufrir la muerte al
mismo tiempo que el Señor. El Salvador llevó su cruz unos pocos
pasos pero, por causa de la pérdida de sangre y el excesivo cansancio
y el dolor, cayó desmayado al suelo.
Cuando recuperó el sentido, nuevamente la colocaron sobre sus
hombros y lo obligaron a avanzar. Vaciló unos pocos pasos mientras
cargaba la pesada cruz, y entonces cayó al suelo como si estuviera
sin sentido. Al principio lo creyeron muerto, pero finalmente recu-
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peró el conocimiento una vez más. Los sacerdotes y dirigentes no
manifestaron la menor compasión por los sufrimientos de su víctima;
pero se dieron cuenta de que le era imposible llevar un paso más
ese instrumento de tortura. Mientras pensaban qué podían hacer,
Simón, un cireneo que venía en dirección contraria, se encontró con
la multitud. Lo tomaron entonces a instancias de los sacerdotes,
y lo obligaron a llevar la cruz de Cristo. Los hijos de Simón eran
discípulos de Jesús, pero él mismo nunca había tenido relación con
él.
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