Página 183 - La Historia de la Redenci

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La crucifixión de Cristo
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Una gran multitud siguió al Salvador al Calvario, y muchos de
sus integrantes se burlaban de él y lo ridiculizaban; pero muchos
lloraban y repetían sus alabanzas. Los que habían sido sanados
de diversas enfermedades, los que habían resucitado de entre los
muertos, se refirieron con voz fervorosa a sus maravillosas obras, y
manifestaron el deseo de saber qué había hecho para que se lo tratara
como malhechor. Pocos días antes lo habían acompañado en medio
de gozosos hosannas mientras sacudían ramas de palmeras cuando él
entraba triunfalmente en Jerusalén. Pero muchos de los que habían
dado clamores de alabanza, porque en ese momento era popular
hacerlo, ahora lanzaban el grito de “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”
Clavado en la cruz
Al llegar al lugar de ejecución, los condenados fueron atados a
los instrumentos de tortura. Mientras los dos ladrones se debatían
en manos de los que los extendían sobre sus cruces, Jesús no ofreció
resistencia. Su madre contempló la escena con agonizante suspenso,
con la esperanza de que hiciera un milagro para salvarse. Vio sus
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manos extendidas sobre la cruz, esas manos queridas que siempre
habían dispensado bendiciones, y que se habían alargado tantas veces
para sanar a los que sufrían. Cuando trajeron martillos y clavos, y
éstos atravesaron la tierna carne de Jesús para asegurarlo a la cruz,
los discípulos, con el corazón quebrantado, apartaron de la cruel
escena el cuerpo desfalleciente de la madre de Cristo.
El Señor no formuló queja alguna; su rostro seguía pálido y
sereno, pero grandes gotas de sudor perlaban su frente. No hubo
mano piadosa que enjugara de su rostro el rocío de la muerte, ni pa-
labras de simpatía e inmutable fidelidad que sostuvieran su corazón
humano. Estaba pisando totalmente solo el lagar, y del pueblo nadie
estuvo con él. Mientras los soldados llevaban a cabo su odiosa tarea,
y él sufría la más aguda agonía, oró por sus enemigos: “Padre, per-
dónalos, porque no saben lo que hacen”.
Lucas 23:34
. Esta oración
de Jesús por sus enemigos abarca al mundo, pues se refiere a cada
pecador que habrá de vivir hasta el fin del tiempo.
Después que Jesús fue clavado a la cruz, varios hombres fuertes
la levantaron y la colocaron con gran violencia en el lugar preparado
con ese fin, causando al Hijo de Dios la más dolorosa agonía. Y