Página 184 - La Historia de la Redenci

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La Historia de la Redención
entonces se produjo una escena terrible. Los sacerdotes, dirigentes
y escribas se olvidaron de la dignidad de sus sagrados cargos, y se
unieron con la turba para burlarse y reírse del agonizante Hijo de
Dios diciéndole: “Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
Lucas 23:37
. Y otros repetían burlonamente entre ellos: “A otros
salvó, a sí mismo no se puede salvar”.
Marcos 15:31
. Los dignatarios
del templo, los curtidos soldados, el mal ladrón en la cruz y los viles
y crueles que se hallaban entre la multitud, todos se unieron para
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maltratar a Cristo.
Los ladrones que fueron crucificados con Jesús sufrieron la mis-
ma tortura física que él. Pero sólo uno de ellos se endureció; el
dolor lo desesperó y le infundió rebeldía. Se unió a las burlas de
los sacerdotes y vilipendió a Jesús diciéndole: “Si tú eres el Cristo,
sálvate a ti mismo y a nosotros”.
Lucas 23:39
. El otro malhechor no
era un criminal endurecido. Cuando oyó las diatribas de su compa-
ñero de fechorías, “le reprendió, diciendo: ¿Ni aún temes tú a Dios,
estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente
padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos;
mas éste ningún mal hizo”.
Vers. 40, 41
. Acto seguido, cuando su
corazón sintió la atracción de Cristo, la iluminación celestial invadió
su mente. En Jesús, magullado, escarnecido y colgado de una cruz,
vio a su Redentor, a su única esperanza, y se dirigió a él con humilde
fe: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le
dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Vers.
42, 43
Con asombro los ángeles consideraron el infinito amor de Jesús
quien, mientras sufría la más atroz agonía mental y física, sólo pensó
en los demás y animó a creer al alma penitente. Al derramar su vida
hasta la muerte, manifestó un amor por los hombres más fuerte que
ésta. Muchos de los que fueron testigos de esas escenas del Calvario
más tarde se afirmaron en la fe de Cristo.
Los enemigos del Señor aguardaron su muerte entonces con
impaciente esperanza. Creían que esos acontecimientos eliminarían
para siempre los rumores de su poder divino y la maravilla de sus
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milagros. Se complacían en pensar en que entonces no necesitarían
Si traducimos este versículo de la siguiente manera; “De cierto te digo hoy que
estarás conmigo en el Paraíso” obtenemos el verdadero significado del texto.