Página 19 - La Historia de la Redenci

Basic HTML Version

La caída de Lucifer
15
Había sido sumamente exaltado, pero eso no despertó en él ni gra-
titud ni alabanzas a su Creador. Aspiraba llegar a la altura de Dios
mismo. Se glorificaba en su propia exaltación. Sabía que los ángeles
lo honraban. Tenía una misión especial que cumplir. Había estado
cerca del gran Creador y los persistentes rayos de la gloriosa luz que
rodeaban al Dios eterno habían resplandecido especialmente sobre
él. Pensó en cómo los ángeles habían obedecido sus órdenes con
placentera celeridad. ¿No eran sus vestiduras brillantes y hermosas?
¿Por qué había que honrar a Cristo más que a él?
Salió de la presencia del Padre descontento y lleno de envidia
contra Jesucristo. Congregó a las huestes angélicas, disimulando
sus verdaderos propósitos, y les presentó su tema, que era él mismo.
Como quien ha sido agraviado, se refirió a la preferencia que Dios
había manifestado hacia Jesús postergándolo a él. Les dijo que de
allí en adelante toda la dulce libertad de que habían disfrutado los
ángeles llegaría a su fin. ¿Acaso no se les había puesto un gober-
[15]
nador, a quien de allí en adelante debían tributar honor servil? Les
declaró que él los había congregado para asegurarles que no sopor-
taría más esa invasión de sus derechos y los de ellos: que nunca más
se inclinaría ante Cristo; que tomaría para sí la honra que debiera
habérsele conferido, y sería el caudillo de todos los que estuvieran
dispuestos a seguirlo y a obedecer su voz.
Hubo discusión entre los ángeles. Lucifer y sus seguidores lu-
chaban para reformar el gobierno de Dios. Estaban descontentos
y se sentían infelices porque no podían indagar en su inescrutable
sabiduría ni averiguar sus propósitos al exaltar a su Hijo y dotarlo de
poder y mando ilimitados. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo.
Los ángeles leales trataron de reconciliar con la voluntad de su
Creador a ese poderoso ángel rebelde. Justificaron el acto de Dios al
honrar a Cristo, y con poderosos argumentos trataron de convencer a
Lucifer de que no tenía entonces menos honra que la que había tenido
antes que el Padre proclamara el honor que había conferido a su Hijo.
Le mostraron claramente que Cristo era el Hijo de Dios, que existía
con él antes que los ángeles fueran creados, y que siempre había
estado a la diestra del Padre, sin que su tierna y amorosa autoridad
hubiese sido puesta en tela de juicio hasta ese momento; y que no
había dado orden alguna que no fuera ejecutada con gozo por la
hueste angélica. Argumentaron que el hecho de que Cristo recibiera