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La Historia de la Redención
honores especiales de parte del Padre en presencia de los ángeles
no disminuía la honra que Lucifer había recibido hasta entonces.
Los ángeles lloraron. Ansiosamente intentaron convencerlo de que
renunciara a su propósito malvado para someterse a su Creador,
pues todo había sido hasta entonces paz y armonía, y ¿qué era lo
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que podía incitar esa voz rebelde y disidente?
Lucifer no quiso escucharlos. Se apartó entonces de los ángeles
leales acusándolos de servilismo. Estos se asombraron al ver que
Lucifer tenía éxito en sus esfuerzos por incitar a la rebelión. Les
prometió un nuevo gobierno, mejor que el que tenían entonces, en
el que todo sería libertad. Muchísimos expresaron su propósito de
aceptarlo como su dirigente y comandante en jefe. Cuando vio que
sus propuestas tenían éxito, se vanaglorió de que podría llegar a
tener a todos los ángeles de su lado, que sería igual a Dios mismo,
y su voz llena de autoridad sería escuchada al dar órdenes a toda
la hueste celestial. Los ángeles leales le advirtieron nuevamente y
le aseguraron cuáles serían las consecuencias si persistía, pues el
que había creado a los ángeles tenía poder para despojarlos de toda
autoridad y, de una manera señalada, castigar su audacia y su terrible
rebelión. ¡Pensar que un ángel se opuso a la ley de Dios que es tan
sagrada como él mismo! Exhortaron a los rebeldes a que cerraran
sus oídos a los razonamientos engañosos de Lucifer, y le aconsejaron
a él y a cuantos habían caído bajo su influencia que volvieran a Dios
y confesaran el error de haber permitido siquiera el pensamiento de
objetar su autoridad.
Muchos de los simpatizantes de Lucifer se mostraron dispuestos
a escuchar el consejo de los ángeles leales y arrepentirse de su
descontento para recobrar la confianza del Padre y su amado Hijo.
El poderoso rebelde declaró entonces que conocía la ley de Dios, y
que si se sometía a la obediencia servil se lo despojaría de su honra
y nunca más se le confiaría su excelsa misión. Les dijo que tanto
él como ellos habían ido demasiado lejos como para volver atrás,
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y que estaba dispuesto a afrontar las consecuencias, pues jamás se
postraría para adorar servilmente al Hijo de Dios; que el Señor no
los perdonaría, y que tenían que reafirmar su libertad y conquistar