Página 193 - La Historia de la Redenci

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La resurrección de Cristo
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habitantes de la tierra se habían degenerado, y que habían perdido
su fortaleza y su gracia. Satanás tiene poder sobre la enfermedad y
la muerte, y en todas las edades los efectos de la maldición han sido
cada vez más visibles, y el poder de Satanás más plenamente evi-
dente. Los que vivieron en los días de Noé y de Abrahán se parecían
a los ángeles por su forma, su apariencia y su fortaleza. Pero cada
generación sucesiva ha sido más y más débil, y más sometida a la
enfermedad, y su vida ha sido de más corta duración. Satanás ha ido
aprendiendo cómo perturbar y debilitar a la especie.
Los que salieron de sus tumbas después de la resurrección de
Jesús se aparecieron a muchos diciéndoles que se había completado
el sacrificio en favor del hombre, que Jesús, a quien los judíos habían
crucificado, había resucitado de entre los muertos, y como prueba
de sus palabras declararon: “Nosotros resucitamos con él”. Dieron
testimonio en el sentido de que por el poder de Jesús habían sido
llamados a salir de la tumba. A pesar de los informes mentirosos que
comenzaron a circular, la resurrección de Cristo no pudo ser escondi-
da por Satanás, sus ángeles o los principales sacerdotes. Porque este
grupo santo surgido de la tumba diseminó las maravillosas y gozosas
noticias. El mismos Jesús se manifestó también a sus apenados y
quebrantados discípulos, para disipar sus temores e infundirles gozo
y alegría.
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Las mujeres en el sepulcro
Muy temprano en la mañana del primer día de la semana, antes
que amaneciera, las santas mujeres acudieron a la tumba con espe-
cias aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús. Descubrieron que la
pesada piedra había sido retirada de la puerta del sepulcro, y que
el cuerpo de Jesús no estaba allí. Sus corazones se conmovieron y
temieron que sus enemigos hubieran retirado el cuerpo. Repentina-
mente vieron a dos ángeles recubiertos de blanco atuendo, con sus
rostros resplandecientes. Estos seres celestiales comprendieron el
motivo de la presencia de las mujeres e inmediatamente les dijeron
que Jesús no estaba allí; había resucitado, pero podían contemplar
el lugar donde había sido puesto. Les indicaron que dijeran a sus
discípulos que él se había adelantado para encontrarse con ellos
en Galilea. Con temor y gran alegría las mujeres se apresuraron a