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La Historia de la Redención
encontrarse con los apesadumbrados discípulos y les dijeron lo que
habían visto y oído.
Estos no podían creer que Cristo hubiera resucitado, pero se
apresuraron a ir al sepulcro con las mujeres que habían traído ese
informe. Descubrieron que Jesús no estaba allí; vieron los lienzos,
pero no creyeron las buenas noticias de que hubiera resucitado de
entre los muertos. Regresaron maravillados por lo que habían visto,
y por el informe que les habían dado las mujeres.
Pero María decidió quedarse cerca del sepulcro, meditando en
lo que había visto y preocupada por el pensamiento de que podría
haber sido engañada. Presentía que le aguardaban nuevas pruebas.
Sus penas renacieron y explotó en amargo llanto. Se aproximó para
ver una vez más el sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco.
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Uno estaba sentado donde había reposado la cabeza de Jesús, y
el otro donde habían estado sus pies. Le hablaron tiernamente y
le preguntaron por qué lloraba. Ella replicó: “Se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde le han puesto”.
Juan 20:13
.
“No me toques”
Al apartarse del sepulcro vio a Jesús de pie cerca de allí, pero
no lo conoció. Le habló con ternura, preguntándole por qué estaba
triste y a quién buscaba. Supuso que era el jardinero, y le rogó que
si se había llevado a su Señor, le dijera dónde lo había puesto, para
que ella se lo pudiera llevar. Jesús le habló con su voz celestial y
le dijo: “¡María!” Ella conocía muy bien los matices de esa voz
amada, y le respondió con prontitud: “¡Maestro!” e impulsada por su
gozo estuvo a punto de abrazarlo; pero Jesús le dijo: “No me toques,
porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.
Juan 20:17
. Gozosamente se apresuró a llevar las buenas nuevas a
los discípulos. Jesús rápidamente ascendió a su Padre para oír de su
labios que había aceptado su sacrificio y para recibir toda potestad
en los cielos y en la tierra.
Una nube de ángeles rodeó al Hijo de Dios y ordenó a las puertas
eternas que se abrieran paraque pudiera entrar el rey de gloria. Vi
que mientras Jesús estaba con esa resplandeciente hueste celestial
en presencia de Dios y rodeado por su gloria, no se olvidó de sus