Página 195 - La Historia de la Redenci

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La resurrección de Cristo
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discípulos en la tierra sino que recibió potestad de su Padre para
regresar y darles poder. Ese mismo día regresó y se manifestó a sus
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discípulos. Les permitió que lo tocaran, porque había ascendido a su
Padre y había recibido poder.
Tomás y sus dudas
Tomás no estuvo presente en esa ocasión. No quiso recibir con
humildad el informe de los discípulos, sino que insistió con firmeza
y confianza propia que no creería a menos que pusiera sus dedos
en las señas de los clavos en sus manos y en su costado, donde
había penetrado ese lanzazo cruel. De este modo manifestó falta de
confianza en sus hermanos. Si todos pretendieran que se les diera
esta misma evidencia, nadie recibiría ahora a Jesús ni creería en su
resurrección. Pero era la voluntad de Dios que los que no pudieron
ver ni oír por sí mismos al Salvador resucitado, recibieran el informe
de los discípulos.
La incredulidad de Tomás no fue del agrado de Dios. Cuando
Jesús se encontró de nuevo con los discípulos, Tomás estaba con
ellos; y cuando vio a Jesús, creyó. Pero había afirmado que no se
sentiría satisfecho si en la evidencia no participaba otro sentido
además de la vista, y Jesús le dio lo que deseaba. Tomás exclamó:
“¡Mi Señor y mi Dios!” pero Jesús lo reprendió por su incredulidad
y le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los
que no vieron, y creyeron”.
Juan 20:28, 29
.
El desconcierto del asesino de Cristo
Cuando las noticias se diseminaron de ciudad en ciudad y de
aldea en aldea, los judíos a su vez temieron por sus vidas y ocultaron
el odio que sentían por los discípulos. Su única esperanza consistía
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en esparcir su informe mentiroso. Y los que querían que esa mentira
fuera verdad, lo aceptaron. Pilato tembló cuando oyó decir que Cristo
había resucitado. No podía albergar dudas acerca del testimonio que
se había dado, y desde ese momento la paz lo abandonó para siempre.
Por causa del honor mundanal, por temor de perder su autoridad y
su vida, había entregado a Jesús a la muerte. Ahora se convenció
plenamente de que era culpable no sólo de la sangre de un hombre