Página 225 - La Historia de la Redenci

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La conversión de Saulo
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ya eran sus discípulos y ganando constantemente nuevos conversos
a la fe que una vez había tenido que sufrir su fiera oposición. Pablo
demostró a todos los que lo escuchaban que su cambio de fe no era el
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fruto del impulso ni del fanatismo, sino que se basaba en evidencias
incontestables.
Mientras trabajaba en las sinagogas su fe se fortaleció; su celo
en sostener que Jesús era el Hijo de Dios aumentó frente a la fiera
oposición de los judíos. No podía permanecer por más tiempo en
Damasco, porque después que estos se recuperaron de la sorpresa
que les produjeron su maravillosa conversión y sus labores subsi-
guientes, se apartaron resueltamente de las aplastantes evidencias
que les presentaba en favor de la doctrina de Cristo. Su asombro
frente a la conversión de Pablo se transformó en un intenso odio
semejante al que habían manifestado contra Jesús.
Preparación para el servicio
La vida de Pablo estaba en peligro, y recibió una comunicación
en el sentido de salir de Damasco por un tiempo. Se fue a Arabia; y
allí, en medio de una relativa soledad, tuvo amplia oportunidad de
ponerse en comunión con Dios y de dedicarse a la contemplación.
Quería estar solo con el Señor para escudriñar su propio corazón,
profundizar su arrepentimiento y prepararse mediante la oración y el
estudio para dedicarse a esa tarea que le parecía demasiado grande y
demasiado importante para que él la llevara a cabo. Era un apóstol
no elegido por los hombres, sino por Dios, y su obra, claramente
establecida, consistía en trabajar en favor de los gentiles.
Mientras estuvo en Arabia no se puso en comunicación con
los apóstoles; buscó a Dios fervorosamente con todo su corazón,
decidido a no descansar hasta tener la certidumbre de que su arrepen-
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timiento había sido aceptado y que había sido perdonado su enorme
pecado. No iba a abandonar el conflicto hasta tener la seguridad de
que Jesús estaría con él en su futuro ministerio. Siempre había de
llevar en su cuerpo las señales de la gloria de Cristo, en sus ojos,
que fueron enceguecidos por la luz celestial, y deseaba llevar con
él constantemente la seguridad de la gracia sostenedora del Señor.
Pablo se puso en íntima relación con el cielo, y Jesús comulgó con
él, lo afirmó en la fe, y le concedió su sabiduría y su gracia.
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