Página 231 - La Historia de la Redenci

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El ministerio de Pedro
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toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios
siempre”. Aunque Cornelio era romano, había llegado a conocer
al Dios verdadero, y había renunciado a la idolatría. Era obediente
a la voluntad de Dios y lo adoraba con corazón sincero. No se
había relacionado con Jesús, pero conocía la ley moral y la obedecía.
No había sido circuncidado ni participaba de los sacrificios y las
ofrendas; por lo tanto, según los judíos, era impuro. No obstante,
apoyaba la causa de los judíos mediante donativos generosos, y era
conocido en todo lugar por sus actos de caridad y benevolencia. Su
vida recta le dio una buena reputación tantos entre los judíos como
entre los gentiles.
Cornelio no comprendía cabalmente la fe de Cristo, aunque creía
en las profecías y estaba esperando al Mesías venidero. Mediante su
amor y su obediencia a Dios se había acercado a él y estaba prepara-
do para recibir al Salvador cuando se le revelara. La condenación se
produce cuando se rechaza la luz que Dios da. El centurión pertene-
cía a una noble familia y ocupaba un cargo de mucha responsabilidad
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y honor; pero esas circunstancias no pervirtieron los atributos de
su carácter. La verdadera bondad y la grandeza se unían en él para
darle una elevada condición moral. Su influencia era benficiosa para
todos los que se ponían en contacto con él.
Creía en el Dios único, Creador del cielo y de la tierra. Lo
reverenciaba, reconocía su autoridad, y procuraba su consejo en
todas las transacciones de su vida. Era fiel a sus deberes hogareños
como asimismo a sus responsabilidades oficiales, y había levantado
un altar para Dios en su casa. No se atrevía a llevar a cabo sus
planes y asumir el peso de sus responsabilidades sin la ayuda de
Dios: por eso oraba mucho y con fervor para recibir esa ayuda. La
fe caracterizaba todas sus obras, y Dios lo consideraba por la pureza
de sus actos, por su generosidad, y se acercó a él en palabra y en
espíritu.
Un ángel visita a Cornelio
Mientras Cornelio se encontraba orando, Dios envió un mensa-
jero celestial que lo llamó por su nombre. El centurión se asustó,
pero se dio cuenta de que se trataba de un ángel enviado por Dios
para instruirlo, y dijo: “¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones