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La Historia de la Redención
la casa de Simón, llegaron a la puerta y llamando, preguntaron si
moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras
Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres
te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos,
porque yo los he enviado”.
Era una orden que para Pedro era difícil de cumplir; pero no se
atrevió a obrar de acuerdo con sus propios sentimientos, y por lo
tanto descendió desde donde estaba para recibir a los mensajeros
enviados por Cornelio. Estos comunicaron su extraño pedido al
apóstol y éste, de acuerdo con las instrucciones que acababa de
recibir de Dios, accedió a acompañarlos al día siguiente. Los atendió
cortésmente esa noche, y a la mañana siguiente salió con ellos rumbo
a Cesarea, acompañado de seis hermanos que habían de ser testigos
de todo lo que se dijera e hiciese mientras se hallaba visitando a los
gentiles; porque sabía que se lo llamaría a rendir cuentas por actuar
en una forma tan contraria a la fe y a las enseñanzas de los judíos.
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Transcurrieron casi dos días antes que el viaje terminara, y Cor-
nelio tuvo el grato privilegio de abrir las puertas a un ministro del
Evangelio quien, de acuerdo con la seguridad que Dios le dio, le
enseñaría, juntamente a él y su casa, cómo podría salvarse. Mientras
los mensajeros hallaban el camino, el centurión había reunido a
tantos de sus parientes como pudo para que ellos, juntamente con
él, pudieran ser instruidos en la verdad. Cuando Pedro llegó un gran
grupo se hallaba reunido allí, esperando con ansias escuchar sus
palabras.
La visita a Cornelio
Cuando Pedro entró en la casa del gentil, Cornelio no lo saludó
como si fuera un visitante común, sino como alguien honrado por
el cielo y enviado por Dios. Es una costumbre oriental inclinarse
delante de los príncipes u otros dignatarios que ocupan una elevada
posición, y también que los hijos se inclinen delante de sus padres
que han sido honrados con cargos de confianza. Pero Cornelio,
abrumado de reverencia por el apóstol que había sido enviado por
Dios, cayó a sus pies y lo adoró.
Pedro se apartó horrorizado al ver que el centurión hacía esto,
y levantándolo le dijo: “Levántate, pues yo mismo también soy