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La Historia de la Redención
Sostienen que no importa lo que el hombre crea mientras sus obras
sean buenas. Los tales están equivocados; la fe debe concordar con
las obras. Deben avanzar de acuerdo con la luz que han recibido.
Si Dios los pone en relación con sus siervos que recibieron nuevas
verdades, fundadas en la Palabra del Señor, debieran aceptarlas
gozosamente. La verdad siempre se dirige hacia adelante y hacia
arriba. Por otra parte, los que pretenden que sólo su fe los salva,
están confiando en una cuerda de arena, porque la fe se fortalece y
se perfecciona únicamente mediante las obras.
Los gentiles reciben el Espíritu Santo
Pedro predicó a Jesús frente a ese grupo de atentos oyentes:
su vida, su ministerio, sus milagros, su traición, su crucifixión, su
resurrección y su ascensión, y su obra en el cielo como Representante
y Abogado del hombre, para suplicar en favor del pecador. Mientras
el apóstol hablaba, su corazón se llenaba de gozo por la verdad
que el Espíritu de Dios le estaba ayudando a presentar a esa gente.
Sus oyentes estaban encantados con la doctrina que escuchaban,
porque sus corazones habían sido preparados para recibir la verdad.
El apóstol fue interrumpido por el descenso del Espíritu Santo que
se manifestó como en el día de Pentecostés. “Y los fieles de la
circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de
que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu
Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban
a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el
agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu
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Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en nombre del
Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días”.
El descenso del Espíritu Santo sobre los gentiles no equivalía
al bautismo. Los pasos requeridos en el proceso de la conversión,
en todos los casos, son fe, arrepentimiento y bautismo. Por eso la
verdadera iglesia cristiana está unida; tiene un Señor, una fe y un
bautismo. Los diversos temperamentos se modifican por virtud de
la gracia santificante, y los mismos principios distintivos regulan la
vida de todos. Pedro accedió a los ruegos de los creyentes gentiles,
y permaneció con ellos por un tiempo, para predicar a Jesús a todos
los paganos de la comarca.