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La Historia de la Redención
Pablo se había enorgullecido de su estrictez farisaica; pero des-
pués de la revelación de Cristo en el camino a Damasco la misión
del Salvador y su propia obra para la conversión de los gentiles
irrumpió con claridad en su mente, y comprendió en su plenitud la
diferencia que existe entre una fe viviente y un muerto formalismo.
Pablo seguía creyendo que era hijo de Abrahán, y guardaba los Diez
Mandamientos, tanto en la letra como en el espíritu, tan fielmente
como lo había hecho antes de su conversión al cristianismo. Pe-
ro sabía que las ceremonias típicas debían cesar totalmente y bien
pronto, puesto que lo que prefiguraban ya había acontecido, y la luz
del Evangelio estaba difundiendo su gloria sobre la religión judía,
proporcionándole un nuevo significado a sus antiguos ritos.
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El asunto sometido a la consideración del concilio parecía pre-
sentar dificultades insuperables desde cualquier ángulo que se lo
estudiara. Pero el Espíritu Santo en realidad ya había zanjado este
problema, y de su decisión dependían la prosperidad y hasta la exis-
tencia de la iglesia cristiana. Se dio a los apóstoles gracia, sabiduría
y juicio santificado para decidir este asunto tan difícil.
El caso de Cornelio
Pedro explicó que el Espíritu Santo ya lo había decidido al
descender con el mismo poder sobre los gentiles incircuncisos que
sobre los circuncidados judíos. Recordó su visión, mediante la cual
Dios le presentó un lienzo lleno de toda clase de cuadrúpedos y le
ordenó matar y comer; y que cuando rehusó, afirmando que nunca
había comido nada que fuera común o inmundo, el Señor le dijo:
“Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”.
Dijo: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio,
dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna dife-
rencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los
discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
llevar?”
Ese yugo no era la ley de los Diez Mandamientos, como lo afir-
man los que se oponen a la vigencia de la ley, pues Pedro se refería a
la ley ceremonial que quedó nula y sin valor gracias a la crucifixión
de Cristo. Este discurso de Pedro preparó a la asamblea para que