Página 253 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 42—Los años de ministerio de Pablo
Pablo era un obrero incansable. Viajaba constantemente de lugar
en lugar, a veces por regiones inhóspitas, otras por mar, en medio de
tormentas y tempestades. No permitía que nada le impidiera llevar
a cabo su obra. Era el siervo de Dios y debía cumplir su voluntad.
De viva voz y por medio de sus cartas comunicó un mensaje que
desde entonces ha ayudado y fortalecido a la iglesia del Señor. Para
nosotros, los que vivimos al final de la historia de la tierra, el mensaje
que dio nos habla claramente de los peligros que amenazarían a la
iglesia, y de las falsas doctrinas que el pueblo de Dios tendría que
enfrentar.
Pablo fue de país en país y de ciudad en ciudad predicando a
Cristo y fundando iglesias. Donde podía encontrar oyentes, trabajaba
para contrarrestar el error y dirigir por la senda recta las pisadas de
hombres y mujeres. A los que por sus labores, en cualquier lugar,
aceptaban a Cristo, los organizaba en iglesias. No importaba cuán
poco numerosos fueran, lo hacía. Y Pablo no olvidó las iglesias
que había fundado así. Por pequeñas que fueran, eran objeto de su
cuidado y su interés.
La vocación de Pablo requería de él servicios de diversas clases:
trabajaba con las manos para ganarse la vida, fundaba iglesias y
escribía cartas a las iglesias ya establecidas. No obstante, en medio
de estas diversas labores, declaró: “Una cosa hago”.
Filipenses 3:13
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Un propósito permanecía constantemente delante de él en todas sus
tareas: ser fiel a Cristo quien, cuando él blasfemaba su nombre y em-
pleaba toda clase de medios disponibles para que otros blasfemaran
también, se le reveló. El gran propósito de su vida consistía en servir
y honrar a Aquel cuyo nombre antes había despreciado tanto. Su
gran deseo consistía en ganar almas para el Salvador. Los judíos y
gentiles podían oponerse y perseguirlo, pero nada lo haría apartarse
de ese propósito.
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