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La Historia de la Redención
la aceptación nominal del cristianismo, se introdujo gradualmente
en el culto cristiano la adoración de imágenes y reliquias. El decreto
de un concilio general finalmente confirmó ese sistema de idolatría
papal. Para completar su obra impía, Roma pretendió eliminar el
segundo mandamiento de la ley de Dios, que prohíbe la adoración de
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imágenes, y dividió el décimo mandamiento en dos para conservar
el número exacto.
Esa actitud de retroceso ante el paganismo abrió el camino para
apartarse aún más de la autoridad del cielo. Satanás atacó al cuarto
mandamiento también, y trató de poner a un lado el antiguo sábado,
que Dios había bendecido y santificado, para exaltar en su lugar la
fiesta que guardaban los paganos con el nombre de “venerable día
del sol”. Al principio ese cambio no se llevó a cabo abiertamente.
En los primeros siglos todos los cristianos guardaban el sábado.
Cuidaban celosamente el honor de Dios, y como creían que su ley
era inmutable, conservaban religiosamente el carácter sagrado de
sus preceptos. Pero con gran sutileza Satanás obró por medio de sus
instrumentos para lograr sus propósitos. Para que la atención de la
gente se dirigiera al domingo, lo convirtió en una festividad en honor
de la resurrección de Cristo. Se celebraban servicios religiosos ese
día; no obstante, se lo consideraba aún como un día de recreación, y
el sábado seguía siendo guardado religiosamente.
Constantino, pagano aún, promulgó un decreto para apoyar la
observancia general del domingo como una festividad pública en
todo el Imperio Romano. Después de su conversión siguió siendo
un ferviente abogado del domingo, y su edicto pagano fue puesto en
vigencia en provecho de su nueva fe. Pero el honor manifestado hacia
ese día no era suficiente para impedir que los cristianos consideraran
que el sábado era el día santo del Señor. Había que dar otro paso más;
el falso día de reposo debía ser exaltado para lograr su igualdad con
el verdadero. Pocos años después de la promulgación del decreto de
Constantino, los obispos de Roma le confirieron al domingo el título
de día del Señor. De ese modo se indujo a la gente gradualmente a
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que considerara que poseía un cierto grado de santidad. No obstante,
se seguía guardando el sábado original.
El archiengañador no había terminado su obra. Estaba resuelto
a reunir al mundo cristiano bajo su estandarte, y a ejercer su poder
por medio de su representante, el orgulloso pontífice que pretendía