Página 271 - La Historia de la Redenci

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El misterio de la iniquidad
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Días de peligro
Eran días de peligro para la iglesia de Cristo. Los fieles por-
taestandartes eran pocos ciertamente. Aunque la verdad no quedó
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sin testigos, había momentos cuando parecía que el error y la su-
perstición prevalecerían por completo, y la verdadera religión sería
erradicada de la tierra. Se perdió de vista el Evangelio, pero en cam-
bio las formas de la religión se multiplicaron, y la gente recibía la
carga de rigurosas exacciones.
No sólo se les enseñó que recurrieran al papa como mediador,
sino también a confiar en sus propias obras para expiar sus pecados.
Largos peregrinajes, actos de penitencia, el culto a las reliquias,
la construcción de iglesias, capillas y altares, el pago de grandes
sumas a la iglesia, éstos y muchos actos similares se fomentaban
para apaciguar la ira de Dios u obtener su favor. ¡Como si Dios fuera
hombre, que se enojara por nimiedades o a quien se puede pacificar
con ofrendas y penitencias!
Los siglos subsiguientes fueron testigos de un constante aumento
del error en las doctrinas enseñadas por Roma. Aun antes del estable-
cimiento del papado las enseñanzas de los filósofos paganos habían
recibido la atención de la iglesia y habían ejercido influencia sobre
ella. Muchos que profesaban estar convertidos seguían aferrados
a sus dogmas paganos, y no sólo continuaban estudiándolos ellos
mismos, sino que instaban a otros a hacerlo como un medio de ejer-
cer más influencia sobre los paganos. De ese modo se introdujeron
graves errores en la fe cristiana. Entre ellos sobresale la creencia
en la inmortalidad natural del hombre y en el estado consciente de
los muertos. Esta doctrina constituye el fundamento sobre el cual
Roma estableció la invocación de los santos y la adoración de la
Virgen María. De ella surgió también la doctrina errónea del tor-
mento eterno para los que finalmente resulten impenitentes, que fue
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incorporada bien al principio de la fe católica.
Después se preparó el camino para la introducción de otra inven-
ción pagana, que Roma denominó purgatorio, y que se empleó para
aterrorizar a las multitudes crédulas y supersticiosas. Mediante ese
error se afirma la existencia de un lugar de tormento en el cual las
almas de los que no han merecido la condenación eterna sufrirán un