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La Historia de la Redención
Biblia y predicar el Evangelio, y tan grande fue el efecto de esas
labores y de sus escritos que la nueva fe fue aceptada por casi la
mitad de los habitantes de Inglaterra. El reino de las tinieblas tembló.
Los esfuerzos de sus enemigos para detener sus labores y destruir
su vida fueron en ambos casos fracasos completos, y al cumplir 61
años falleció en paz mientras servía junto al altar.
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La reforma se difunde
Gracias a los escritos de Wycliffe, Juan Huss de Bohemia se
sintió inducido a renunciar a muchos de los errores del catolicismo
y a dedicarse a la obra de la Reforma. Como Wycliffe, Huss era un
noble cristiano, un hombre de cultura y de devoción inquebrantable
a la verdad. Su invitación a escudriñar las Escrituras y sus osadas
denuncias de la vida escandalosa e inmoral del clero despertaron
amplio interés y miles aceptaron alegremente una fe más pura. Eso
excitó la ira del papado, los prelados, los sacerdotes y los monjes, y
se intimó a Huss a comparecer ante el concilio de Constanza para
defenderse de la acusación de herejía. El emperador alemán le conce-
dió un salvoconducto, y al llegar a Constanza el papa personalmente
le aseguró que no se cometería ninguna injusticia con él.
Después de un largo juicio, durante el cual se aferró a la verdad,
se requirió de Huss que eligiera entre abandonar sus doctrinas o ser
condenado a muerte. Aceptó el destino de los mártires, y después de
ver cómo se entregaban sus libros a las llamas él mismo fue quemado
en la hoguera. En presencia de los dignatarios de la iglesia y el estado
reunidos en esa ocasión, el siervo de Dios elevó una solemne y fiel
protesta contra las corrupciones de la jerarquía papal. Su ejecución,
en vergonzosa violación de las más solemnes y públicas promesas
de protección, pusieron en evidencia ante todo el mundo la pérfida
crueldad de Roma. Los enemigos de la verdad, aunque sin saberlo,
estaban fomentando la causa que vanamente procuraban destruir.
A pesar de esa violenta persecución, una protesta tranquila, de-
vota y fervorosa contra la corrupción prevaleciente de la fe religiosa
continuó manifestándose después de la muerte de Wycliffe. Tal
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como los creyentes de los días apostólicos, muchos sacrificaban
generosamente sus posesiones mundanales por la causa de Cristo.